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Dios en… Amália Rodrigues





Cuando, el 6 de octubre de 1999, moría en Lisboa Amália Rodrigues, todo Portugal la lloró como la mejor cantante de fados de todos los tiempos. De esta forma, su pueblo la reconocía como la voz que mejor supo encarnar la ‘saudade’, la esencia melancólica, bella, honda y tierna característica del alma portuguesa.



Normalmente, el fado da rienda suelta a esos sentimientos en canciones marcadas por el amor (y, aún más, por el desamor), pero en él entran todo tipo de vivencias. Por supuesto, también aquellas con resonancias espirituales.

Más de 170 discos

En el caso de Amália Rodrigues, que dedicó 40 años a la canción (la mitad de su vida, pues murió con casi 80 años) y grabó más de 170 discos, evidentemente, la fe ocupó un lugar propio en varios de los fados que dio a conocer más allá de las fronteras de Portugal.

En este sentido, una de las canciones que mejor representan este sentir es ‘Que Dios me perdone’, que se inicia así: “Si mi alma cerrada / se pudiese mostrar, / y lo que sufro callada / se pudiese contar, / todo el mundo vería / cómo soy desgraciada, / cómo finjo alegría, / cómo lloro cantando”.

Cantando soy libre

Una desazón que le lleva a buscar el abrazo del Señor: “Que Dios me perdone / si es crimen o pecado, / pero yo soy así. / Y, huyendo del fado, / huía de mí. / Cantando soy libre / y nada me apena. / Si es pues un pecado / amar así al fado, / que Dios me perdone”.

Una declaración de amor a su arte que concluye canalizando una pasión por la verdad: “Cuando canto no pienso / cuán mala es la vida, / ni ya me pertenezco / ni el mal se me acerca. / Llego a querer la verdad / y a soñar –sueño inmenso– / que todo es felicidad. / Y no existe el pesar”.

Fue Dios

Con todo, seguramente, su fado más espiritual es ‘Fue Dios’, donde muestra la paz que bulle en su corazón al cantar: “Siento que el alma / se calma por dentro / en los versos que canto”. Y es que “fue Dios / quien dio luz a los ojos, / perfumó las rosas, / le dio un brillo al sol. / Y plata a la luz de la luna… / Fue Dios, / que me puso en mi pecho / un rosario de plumas / que estoy triturando. / Y lloro cantando”.

Toda una declaración de amor a aquel que creó el Universo, se hizo hombre para morir por los hombres, “puso el romero en el campo”, le “dio las flores a la primavera” y, finalmente, le regaló “voz al viento”. ¿A cuál? Al fado que mira a lo alto… Al de Amália Rodrigues.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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