“Cuando suceden ciertas cosas en el mundo, no puedes no mirarlas, no intentar hacer algo. Para mí estar aquí en Damasco en este momento es un regalo”. Flavia Chevallard tiene treinta años y nació en Barcelona. Pese a su corta edad, ya es la segunda emergencia que enfrenta. Antes de llegar a la Siria atormentada por la guerra civil estuvo dos años en Líbano. Ahora es la responsable del proyecto Hospitales Abiertos, coordinado por la Fundación AVSI, ONG que tiene programas de cooperación y desarrollo en 32 países del mundo.
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El objetivo es tener abiertas las puertas de tres hospitales –el italiano y el francés en Damasco y el Saint Louis en Alepo–donde puede encontrar asistencia quien no tiene dinero para recibir tratamiento. Y son muchos: en Alepo los pacientes que no tienen acceso a los hospitales porque no podrían pagarse los cuidados son más de dos millones, en Damasco más de un millón.
El 40% de los que viven sin medicinas y sin operaciones necesarias son niños. Porque las bombas que han matado cientos de miles de personas han destruido estructuras y ambulatorios sanitarios donde los supervivientes podían ser socorridos. Como en todas las guerras: se golpea a quien cura y quien se cura. El sistema sanitario sirio es casi inexistente, serán necesarios años para reconstruirlo.
El conflicto iniciado en 2011 ha creado la que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados ha definido como “la crisis humanitaria más grande de nuestra era”. Casi medio millón de muertos, cerca de ocho millones de desplazados internos. La agencia de la ONU ha estimado que los sirios implicados en la emergencia humanitaria sean 13’5 millones, 6 de los cuales son niños. La mayoría (casi 9 millones de personas) no logra tener una comida decente al día.
Consecuencias de la guerra
La voz de Flavia es cristalina, aguda, llega desde un lugar que, imaginado desde Italia, no es precisamente un solar. “Yo me ocupo del monitoreo del proyecto y de coordinar las actividades, el equipamiento, y el sistema informático en los hospitales”. El proyecto nació en 2016 por iniciativa del cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria desde 2008, con el apoyo del entonces Pontificio Consejo Por Unum y de la Fundación Gemelli.
Hoy tiene el patrocinio del Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral y numerosos benefactores, entre ellos, la Conferencia Episcopal Italiana, Conferencia Episcopal de Estados Unidos, ROACO, la organización episcopal alemana Misereor, Cáritas española y muchas otras. Desde el 2017 el proyecto es operativo y está coordinado por el Asvi: hasta ahora han sido tratadas 30 mil personas, antes del final de este año debería llegar a 50 mil.
Los hospitales son gestionados por tres congregaciones: la hermanas de Saint Joseph de l’Apparition en Aleppo, las Hijas de María Auxiliadora y las Hijas de la Caridad del San Vicente de Paul en Damasco. Mujeres en primera fila contra las emergencias. Flavia Chevallard habla de una sanidad pública de posguerra. “Los hospitales estatales están –explica– pero más de la mitad han sido golpeados o destruidos. Y después faltan instalaciones, materiales, doctores, enfermeras, personal administrativo que han escapado durante el conflicto. Más de la mitad de la población de Siria se ha ido o está desplazada dentro del país. Las consecuencias de la guerra duran mucho”. Son heridas del cuerpo y también de la dignidad: quien ha perdido todo y no tiene cómo comprarse la comida, ¿cómo puede pensar en un examen diagnóstico?
Recibir atención médica
Hospitales abiertos ha evitado que miles de víctimas se añadieran a las ya causadas por el conflicto. A finales de 2019 eran más de 30.500 los tratamientos gratuitos asegurados. “Al principio venían sobre todo heridos de guerra. Ahora la mayor parte son personas que a causa de la guerra y de la gran crisis no tienen otra forma de recibir atención médica. Muchos están sin trabajo y no tienen dinero para comprar medicinas. Por lo que no se curan”.
¿Y qué hace Asvi? “En cada hospital hay una oficina social, donde las personas son acogidas. Tratamos de entender la situación y si no tienen otras ayudas, nos ocupamos nosotros de ellos”. Los tratamientos ofrecidos son de todo tipo: exámenes especializados, medicina de familia, operaciones a vida o muerte, intervenciones quirúrgicas. Fundamental, dice esta chica valiente y determinada, es sobre todo el trabajo de diagnóstico. “Al no tener acceso a servicios médicos, muchos no se hacen controles. Están llegando, muchas personas enfermas de cáncer en estado avanzado”. Y menores de edad, aunque en porcentaje reducido: “Son cerca del 10% de nuestros pacientes”. Ya que “después de la guerra han quedado en gran parte ancianos, a menudo solos”.
Crisis empeorada por el embargo
En un país sin paz, porque en la frontera con Turquía aún hay guerra, tampoco son tranquilas las zonas que han vuelto bajo el control del Gobierno. En Damasco se está mejor respecto a hace dos años, no hay combates, explica, “pero la crisis económica es enorme, empeorado por el embargo internacional”. Líbano está en pleno colapso financiero. Esta situación “influye también en Siria, por tantas cosas dependientes de Beirut”.
Entre los efectos, ha aumentado la inflación, han subido los precios. Y ha llegado el coronavirus, una cerilla en un barril de pólvora. Porque Siria no es capaz de afrontar la normalidad, como para afrontar una emergencia sanitaria… Faltan médicos, dispositivos sanitarios, material necesario para los cuidados. El embargo y las sanciones empeoran ese drama que vive todo el mundo.
Le pregunto si echa de menos una vida normal, en un país más tranquilo. “Mi vida es normal. Es un privilegio que me hayan dado la oportunidad de venir aquí y hacer algo en un momento tan crítico. Por un lado la vida en Siria es mucho más fácil que en un país llamado rico. Hay renuncias, pero para mí cuenta más estar aquí”. ¿Cómo imagina su futuro? “No pienso a largo plazo. Por otro lado en Italia, como en todo el mundo, la pandemia ha enseñado que los grandes proyectos no tiene sentido, al final la vida cambia. Poco a poco se ve. Es la vida que te hace ver dónde ir”.
*Artículo original publicado en el número de junio de 2020 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva