Miriam Ambrosini trabaja en un polvorín. Tiene su oficina en Erbil, en Kurdistán, donde vive desde 2015 y es la responsable en Irak de ‘Terre des Hommes’, organización comprometida en la defensa de los derechos de la infancia. Los trabajadores de Terre protegen a los niños de los abusos, de la violencia; tratan de garantizarles el derecho a la educación, a la salud; asegurar a cada uno la mejor intervención posible. El nombre lo tomaron del título del libro ‘Tierra de los hombres’, de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de ‘El principito’.
En Irak los niños son emergencia. Más de un millón vive en los campos, bajo las tiendas después de que el Isis destruyera sus casas. Son las primeras víctimas de una madeja de problemas que son consecuencia de la guerra, desde la crisis sanitaria a la económica y política, y de una posguerra en la que todavía se muere: según el ministerio de Defensa de Baghdad en los primeros meses de este año más de 80 civiles han sido asesinados y más de 120 heridos. Doblemente víctimas son las mujeres, a menudo obligadas a casarse, a pesar de la que ley lo prohíbe.
“Fue casualidad –cuenta sobre sí misma esta chica procedente de Milán, que tuvo sus primeras experiencias de cooperación con Cáritas ambrosiana–. Estaba trabajando en la sede de otra ONG italiana, mandé mi CV y llegué aquí. Después de selectividad hice una experiencia en el extranjero y de ahí decidí volver a hacerlo. Estudié cooperación internacional”. Aunque Erbil es hoy considerada una zona más tranquila comparada con otras, está marcada por una pobreza extrema que encrudece una vida de por sí difícil.
Oficialmente la guerra contra el Isis ha terminado, pero más de un millón de personas están sin casa, mientras que más de 4 millones han regresado a las propias zonas de origen. “Pero faltan muchos servicios esenciales, no hay trabajo, quien tenía una actividad agrícola o un negocio, lo ha perdido todo”. Y el cuadro político es muy frágil.
‘Terre des Hommes’ tiene la oficina principal en Erbil y dos pequeñas en Baghdad y Mosul. “Somos 5 extranjeros y cerca de 250 locales. Nuestros proyectos están dirigidos sobre todo a los niños víctimas de la guerra y que han tenido que escapar de sus casas y se encuentran en los campos o en alojamientos provisionales en otras ciudades. Ofrecemos servicios sociales, apoyo educativo o psicológico. Trabajamos con niños que están volviendo en sus ciudades de origen después del final del conflicto”. A menudo falta la escuela, además de todo el resto. A veces ni siquiera tienen documentos. Miriam y los otros tratan de responder a todos estos problemas. “El año pasado acompañamos a 15 mil niños”.
El primer problema, nos cuenta Miriam, es la pobreza. Hay niños que no tiene ropa, no tienen forma de curarse si se enferman, no van al colegio porque la familia a menudo no tiene dinero para pagar el transporte público, libros, cuadernos. El segundo problema no se ve, pero sí se siente: “El estrés psicológico debido a la guerra, a lo que han visto”. Los niños no hablan de ello fácilmente, pero las heridas están. “Está muy difundido el matrimonio de menores de edad. Las mujeres tienen una tasa de analfabetización mucho más alta que los hombres. Apenas crecen se les prohíbe salir, ir al colegio, verse con coetáneos fuera de la familia”.
Y a muchas de ellas, todavía menores de edad, se les impone el matrimonio. “La ley lo prohíbe, pero a nivel religioso el rito es legítimo”. También por debajo de los 15 años. Oficialmente es ilegal, pero en la realidad no está perseguido. Nosotros tratamos de llegar antes que el matrimonio se celebre, tratando de convencer a los padres de que no lo hagan. Explicamos las consecuencias legales, pero también físicas y psicológicas”. Si sin embargo el matrimonio ya se ha celebrado, tratamos de minimizar los efectos.
“El psicólogo y el asistente social siguen a la chica para entender si vive en condiciones aceptables o si es víctima de la violencia por parte del marido”. Porque a menudo se suma esto. “Se trata de prevenir que se quede embarazada muy joven, se hacen actividades educativas con las niñas en los campos para enseñarles a leer y escribir o aprender un trabajo para hacerles mínimamente independientes”.
El fenómeno de las esposas-niñas, por otro lado, está muy difundido en Irak. Según un informe hecho precisamente por ‘Terre des Hommes’ y presentado el pasado 11 de octubre, con ocasión de la Jornada internacional de las niñas, son 12 millones en el mundo las chicas que se casan cada año antes de haber cumplido 18 años, muy a menudo en matrimonios acordados por las familias, y cerca de 2 millones las que con menos de 15 años se quedan embarazadas.
*Artículo original publicado en el número de junio de 2020 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva