Como un hecho sin precedentes en la historia reciente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), los obispos que lideran el organismo eclesial han enviado una carta a cada uno de los presidentes de los países de la región con un llamado a la integración y a la cooperación en búsqueda de soluciones frente a la crisis por el Covid-19.
Movidos por su responsabilidad como pastores del Pueblo de Dios, y con el ánimo de aportar al discernimiento de este “delicado contexto”, los responsables de la Iglesia en América Latina y el Caribe se dirigen a los mandatarios del continente desde su “experticia en humanismo y solidaridad” y con una mirada de esperanza, “recordando que toda decisión política, económica o social tiene como fundamento la moral y, por lo mismo, repercusiones morales“.
Fiel a su opción por los pobres, los prelados latinoamericanos exponen, de entrada, su preocupación por “el efecto de la pandemia en las vidas humanas y en la salud de los ciudadanos, en especial de los más pobres”. De hecho, las consecuencias devastadoras de la pandemia, que ya se ha cobrado más de 200.000 vidas en el continente, con casi cinco millones de contagiados, y podría generar un drástico aumento de la pobreza, rozando el 35% del total de la población –cuando se estima que antes de que termine el año podría llegar a unas 215 millones–, para el CELAM “es un dato escandaloso que repercute en nuestras conciencias” pues, “más que cifras, se trata de personas“.
En este escenario, la situación de los migrantes, los pueblos indígenas y afro, los campesinos, las mujeres, las personas mayores y la niñez, merece una particular atención, lo mismo que “el grave deterioro de la salud mental, que se expresa en la violencia y el miedo que atenta contra la libertad, fundamento de la democracia”.
De hecho, en su misiva –publicada en español y en portugués– la presidencia del episcopado latinoamericano, en cabeza de Miguel Cabrejos Vidarte, es enfática en señalar la necesidad de curar las “estructuras sociales enfermas“, esa otra “pandemia que nos afecta desde ya hace mucho tiempo”. Por eso, más que una “nueva normalidad”, los obispos exhortan a trabajar por una “mejor normalidad, con justicia social y respetuosa de la Casa Común”.
Se trata, por tanto, de atacar de raíz el “pecado estructural” de la injusticia que azota a los latinoamericanos, así como el “pecado ecológico” al que se refirieron los obispos en el Sínodo Panamazónico. “La pobreza, la injusta distribución de la riqueza, la carencia de adecuada educación, trabajo, vivienda, salud y el deterioro del medio ambiente nos obligan a demandar, más que crecimiento, desarrollo, y un desarrollo humano integral“.
Por otra parte, con relación a la premura de encontrar una vacuna que permita dar solución a la pandemia sanitaria, el CELAM bendice los esfuerzos de quienes trabajan en ello en el ámbito de las ciencias médicas y biológicas, incluyendo a los voluntarios que participan en las pruebas que se realizan en personas. No obstante, apela al principio médico primum non nocere (lo primero es no hacer daño) para pedir que las vacunas sean seguras y éticamente probadas, como también lo ha solicitado la Asociación Católica de la Salud de los Estados Unidos.
Con todo, ante la amenaza de que la vacuna se comercialice “con márgenes de utilidad excesivos” y bajo el primado de “los monopolios legales en la producción de los medicamentos innovadores, protegidos por leyes y convenios internacionales sobre patentes y propiedad intelectual”, los obispos latinoamericanos levantan su voz para que “se adopten oportunamente las medidas para asegurar que las vacunas estén disponibles para todos, priorizando a los más pobres, quienes han sido los más afectados por la pandemia en nuestro continente y en la humanidad entera”.
“Que no sea el criterio económico el que, una vez más, margine de la salud a los más golpeados por esta crisis sanitaria: los pobres“, clama la Iglesia latinoamericana y caribeña, animando a los líderes y a los gobernantes para que “junto con nuestros pueblos y con el apoyo de la comunidad científica construyamos creativamente soluciones conjuntas”.
Con voluntad política y haciendo realidad el sueño de la ‘Patria Grande’, el CELAM confía que se avance decididamente para que los países de la región puedan lograr “entre todos lo que por separado ninguno o muy pocos pueden“, en las actuales circunstancias.
Ello implicaría, por ejemplo, “que se adopten acciones concretas que permitan disponer de centros de investigación, laboratorios y producción de medicamentos, que reúnan lo mejor de nuestra inteligencia científica y que sean sostenidos en forma cooperativa por los países de la región”.
La Iglesia latinoamericana, por su parte, se compromete a mantener con firmeza su compromiso “con la reconstrucción del tejido social latinoamericano y caribeño, y nuestra particular dedicación pastoral por la defensa y el cuidado de la vida, especialmente la de los más vulnerables y excluidos”, recordando, con san Romero de América, que “traicionaría su mismo amor a Dios y su fidelidad al Evangelio si dejara de ser voz de los que no tienen voz”.