El pasado 18 de agosto, el líder migrante guatemalteco Edwin Rodrigo Castro murió ahogado al intentar salvar a una mujer que buscaba cruzar el Río Bravo para llegar a los Estados Unidos.
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Edwin contaba con un permiso temporal de estancia en México, y se encontraba, junto con su familia, en un campamento migrante de Matamoros, Tamaulipas, desde octubre de 2019, a la espera de poder solicitar asilo en la Unión Americana.
Lo que se sabe –explica el obispo de Matamoros, Eugenio Lira Rugarcía– es que el joven de 20 años trató de auxiliar a una mujer que se vio en peligro al intentar cruzar: “se dice que se lanzó al Río Bravo, pero por lo peligroso del río se quedó atorado y no logró salir a la superficie, perdiendo así la vida”.
La desesperación lleva al peligro
Debido a la pandemia de Covid-19, las casas de migrantes en la zona fronteriza de México y Estados Unidos no han registrado mayor afluencia de personas; sin embargo, las que permanecen ahí están desesperadas y prefieren arriesgar la vida y no esperar más.
Y es que, debido a la crisis sanitaria, el gobierno estadounidense implementó desde marzo pasado políticas más restrictivas, que han provocado, entre otras cosas, la suspensión de audiencias de migración y la admisión de refugiados.
Ante esta situación, son cada vez más las personas que arriesgan la vida intentando cruzar el río para alcanzar el sueño americano. “Debido a la desesperación de no poder pasar de manera regular a Estados Unidos, las y los migrantes varados en el campamento han optado por cruzar el Río Bravo de manera irregular”.
Eugenio Lira Rugarcía asegura que varias familias sí han logrado pasar nadando, entre ellas, algunas mujeres embarazadas.
La ayuda es insuficiente
El obispo de Matamoros también se refirió a la situación por la que atraviesan los migrantes del campamento establecido en Matamoros, quienes desde marzo pasado se encuentran en cuarentena.
Debido a la crisis sanitaria “se instaló una malla ciclónica alrededor del campamento a fin de que las autoridades puedan controlar el acceso y la salida. Al ingresar hay un filtro sanitario donde se les toma la temperatura, se les ofrece gel antibacterial, e incluso, hay un área Covid-19”, explica.
Hace unas semana se registró en el campamento un brote de Covid-19: 21 personas se contagiaron, pero fueron evacuadas y llevadas al Hospital Covid-19, atendido por “Médicos sin fronteras”.
Por el trato digno al migrante
El Obispo de Matamoros asegura que las familias migrantes la están pasando muy mal en el campamento, pues viven en pequeñas carpas con un calor sofocante. La alimentación es precaria y no hay una buena higiene.
Pese a que ahí los migrantes reciben atención humanitaria, tanto por parte de las autoridades locales como de organizaciones nacionales e internacionales, “ésta no es suficiente”, asegura.
En ese sentido, recordó que la Diócesis de Matamoros colabora de manera permanente a través de la Pastoral de Migrantes. Esa Iglesia particular cuenta con dos casas de asistencia social al migrante: la Casa del Migrante San Juan Diego y San Francisco de Asís (Matamoros), y la Casa del Migrante Nuestra Señora de Guadalupe (Reynosa).
Además, cuentan con un módulo de atención al migrante en la Central de Autobuses y una estancia llamada “El Buen Samaritano”.
En ambas casas –explicó Eugenio Lira Rugarcía– se ofrece a los migrantes hospedaje, alimentos, ropa, medicamentos, atención médica y psicológica, asistencia jurídica, comunicación con sus familias, asistencia espiritual y se vela por sus derechos.
A las familias de los migrantes que no están dentro de las casas se les apoya con monederos electrónicos económicos, despensas y comidas calientes, orientación legal y canalización a servicio médicos y laborales.
El obispo Lira Rugarcía dijo que si bien el tema migratorio es muy amplio, la cuestión central es el tema de los derechos humanos.
“Debe ser un tema frecuente y de incidencia, a fin de que todos velemos por la dignidad de la persona humana, teniendo presente aquello que decía Jesús: ‘Trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti'”.