Un oasis de paz en la Gran Guerra: la tregua navideña en la que soldados alemanes y británicos compartieron villancicos

Periódico

Uno de los episodios documentados más curiosos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se dio en la Navidad de 1914, la primera de un conflicto bélico que alcanzó una dimensión global y que se caracterizó por la importancia de las trincheras en el frente. Causó un impacto tan grande que lo recogió así un periódico como ‘The Daly Mirror’: “Un grupo histórico: soldados británicos y alemanes se fotografían juntos”.



Y es que la imagen se repitió en varios puntos del Frente Occidental en la tarde de ese 24 de diciembre de 1914, como recoge en su libro ‘Silent Night’ (‘Noche silenciosa’) el historiador Stanley Weintraub. Rodeados de nieve e imbuidos del espíritu navideño (espoleados seguramente por la nostalgia de estar fuera del hogar y con su vida a diario en peligro mortal), muchos de los soldados germanos decoraron las trincheras con adornos y entonaron villancicos. Algo que tuvo su eco al otro lado de las trincheras, con los soldados británicos uniéndose entusiastas a los cánticos en inglés.

De un modo improvisado

Así, sobre la marcha y sin que ninguna autoridad hubiera acordado nada, fueron los propios soldados de los dos bandos los que se hicieron señas de no disparar en esa jornada, acordando rápidamente un pacto que a todos beneficiaba.

Pero no fue solo un día sin muerte y de celebración en las respectivas trincheras. Poco a poco, fue generándose un ambiente de camaradería y al final muchos de ellos salieron de sus fortalezas para saludarse en el propio campo de batalla. Como ilustra en un amplio reportaje sobre el episodio National Geographic, ese mismo día, varios soldados, cigarro compartido en mano, apalabraron ampliar la tregua a la jornada siguiente, propiamente el de Navidad, para, entre otras cosas, poder enterrar a los muchos muertos de ambos bandos cuyos cadáveres permanecían tirados a lo largo de todo el frente.

Enterraron juntos a los muertos

Así, esa Navidad, los jóvenes uniformados se ayudaron entre sí para dar un entierro digno a sus compañeros caídos. Hubo varias ceremonias, teniendo un papel protagonista un capellán escocés que conocía los dos idiomas, el inglés y el alemán.

Concluida esa parte más emotiva, sobre el terreno se compartieron víveres que les habían mandado a todos sus respectivas familias. Una alegre celebración en la que lo unió todo definitivamente el deporte rey: y es que, por un día, el campo de batalla acabó convirtiéndose en todo un campo de fútbol, jugándose partidos en los que los soldados solo buscaban imponer su dominio marcando goles en la portería contraria y no disparando balas. Tal icónica imagen, con el tiempo, acabó siendo recogida en los alrededores del Estadio Britannia, el hogar del Stoke City, donde una estatua incluye a dos soldados, uno inglés y otro alemán, estrechándose la mano antes de que el balón empiece a rodar.

Indignó a los superiores

Tristemente, ese episodio no volvió a repetirse, pues, rápidamente, los altos mandos militares de ambos bandos, así como los gobiernos nacionales, lo consideraron una traición y, desde entonces, quedó tajantemente prohibida toda “confraternización”.

Solo fue un oasis de paz y humanidad, pero, por unas horas, los soldados de uno y otro lado vieron de frente la dura realidad de la guerra: se mata a un semejante. A otro, como tú, que lo que más desea es que todo pase y pueda volver a casa. Con los suyos. A cantar villancicos de paz, amor y vida al calor del hogar.

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