El nuncio en España, Bernardito Auza, expuso ayer cuál debe ser el papel de la Iglesia en medio de la pandemia de coronavirus que atraviesa el país: “A ejemplo de María, nuestra madre, nos toca, como insiste el Papa Francisco, acompañar asumiendo el dolor, el sufrimiento que este mundo intenta ocultar sin conseguirlo”.
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Con estas palabras, el embajador vaticano abrió ayer por la tarde la novena de la Virgen de Covadonga, un santuario asturiano que ya visitó en la Navidad de 1986, cuando tenía 27 años: “Aquí tocamos la historia y la fe de tantos siglos, volver a este privilegiado lugar de España es un doble placer y un doble honor”. Durante su homilía, Auza también se refirió la visita de Juan Pablo II al santuario en 1989 para hacer un llamamiento a recuperar las raíces marianas “si queréis construir una Asturias más unida y solidaria”.
Ante la debilidad
El diplomático ahondó en la crisis provocada por el covid-19 para apuntar que “la circunstancia presente, que repercute seriamente en nuestra sociedad con la pandemia por ejemplo, nos declara esta realidad de debilidad, esta necesidad de sufrirla con las formas que improvisa el amor de Dios en los corazones que quieren corresponderle”.
El nuncio admitió que este clima lleva a todo ser humano a experimentar “debilidad e impotencia”, así como a venirse “abajo con facilidad”. Frente a ello, invitó a los presente a “confiar en Dios, que nos ha puesto una madre que nos levanta con mano segura”. En este sentido, también lanzó una advertencia a la comunidad cristiana ante el riesgo de “sufrir una reacción insolidaria y egoísta” ante lo que está sucediendo.
Los planes de Dios
Frente a ello, alentó a los cristianos a vivir “no según nuestros planes, sino los de Dios, movidos por el amor”. “El Señor, nos invita a participar con Él en la salvación del mundo, a llevar la carga de cada día al impulso de su amor”.
El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, que ejerció de anfitrión junto con el abad de Covadonga, Adolfo Mariño, admitió que se trataba de una celebración “insólita” por el aforo reducido que ha limitado el acceso de sacerdotes y peregrinos, así como la ausencia de procesión. “No hemos podido celebrarla, pero, como decimos en España, algunas procesiones van por dentro”, apuntó el prelado franciscano.