El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, nombró ayer al exsubdirector de la Policía Nacional Francisco Javier Bautista Lara (60 años) como nuevo embajador del país cerca de la Santa Sede. Bautista Lara, que fue fundador de la Policía Sandinista en 1979 tras el derrocamiento con las fuerzas de las armas de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, reemplaza en el cargo a Karol Suyén Paguaga Estrada, quien fue destituida tras 46 días en el puesto.
El policía, que también es escritor, realizó estudios especializados de policía en Bulgaria, España, Estados Unidos, Francia y Taiwán, y fue retirado de la Policía Nacional en abril de 2005 por orden del entonces presidente de Nicaragua, Enrique Bolaños, según informa la agencia EFE.
El exsubdirector de la Policía calificó entonces de “forzoso”, “ilegal” y “arbitrario” su retiro y que Bolaños lo sacó de la institución por ser pariente del entonces alcalde de Managua, Dionisio Marenco, un sandinista recién fallecido.
Con el retorno de Ortega al poder en enero de 2007, Bautista Lara se dedicó a la literatura y a consultorías en temas de seguridad ciudadana.
Tras la crisis sociopolítica que estalló el 18 de abril de 2018, Bautista Lara defendió la reacción del Gobierno y la actuación de la Policía que silenciaron a la fuerza las manifestaciones, que dejó cientos de muertos y de detenidos, miles de heridos y decenas de miles en el exilio. Entonces, Ortega calificó de “golpistas” a los obispos y los acusó de ser cómplices de fuerzas internas y de grupos internacionales que, a su juicio, actúan en Nicaragua para derrocarlo.
Desde entonces, la ONG Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) asegura que la Iglesia católica ha sufrido 24 ataques y ha responsabilizado al Gobierno, que ha guardado distancia de esos señalamientos.
Las relaciones entre la Iglesia y los sandinistas, que han estado marcadas por roces y desconfianzas en los últimos 41 años, se han tensado a raíz de la reciente quema de la venerada imagen de Sangre de Cristo en una capilla de la Catedral de Managua, la cual estuvo precedida de una ola de profanaciones contra templos en toda Nicaragua.