Seis meses después, el papa Francisco volvió a celebrar una audiencia general con público. Después de verse obligado a recurrir a los encuentros virtuales debido a la pandemia, hoy retomó el contacto “cara a cara” con los fieles durante su tradicional catequesis de los miércoles, que tuvo lugar en el patio de San Dámaso del Palacio Apostólico del Vaticano y en la que ofreció un consejo para superar la crisis sanitaria.
“La solidaridad es el único camino posible hacia un mundo post-pandemia, y el remedio para curar las enfermedades interpersonales y sociales que afligen a nuestro mundo actual”, dijo. Al final de la audiencia, el obispo de Roma convocó para el próximo viernes, 4 de septiembre, una jornada de oración y ayuno por el Líbano, adonde viajará el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, como representante pontificio. Esta jornada tendrá lugar un mes después de las explosiones en el puerto de Beirut, que provocaron cerca de 200 muertos y más de 6.500 heridos.
“Animo a los libaneses a encontrar fuerzas para recomenzar, pido a los políticos y líderes religiosos que se esfuercen con sinceridad y transparencia en la construcción, dejando los intereses propios de lado y mirando por el bien común y el futuro de la nación”, comentó el Papa, que invitó a la comunidad internacional a que apoye este país de Oriente Medio para que pueda salir de la “grave crisis” que sufre “sin implicarse en las tensiones regionales”. Francisco hizo este llamamiento acompañado de un sacerdote libanés que portaba la bandera de su nación.
Antes de que comenzara la catequesis, a Jorge Mario Bergoglio se le veía contento de volver a encontrarse con los fieles, aunque mantuvo en todo momento la distancia de seguridad y no estrechó manos, como era habitual en él antes de que comenzara la pandemia. Esta, comentó durante su alocución, plantea una crisis “de la que no se sale igual que antes”. La sociedad debe elegir si sale “mejor o peor”, por lo que invitó a volcarse en la solidaridad para “salir mejor” y no s0lo con “cambios superficiales”
“Una solidaridad guiada por la fe nos permite traducir el amor de Dios en nuestra cultura globalizada, no construyendo torres o muros que dividen y después caen, sino tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humano y solidario”, insistió el Pontífice que, echando mano del catecismo, había advertido antes de que no se trata solo de “ayudar a los otros”, sino “de justicia”.
Por ello invitó a cultivar una “diversidad solidaria”, que posee “los “anticuerpos” para que la singularidad de cada uno, que es un don, único e irrepetible, no se enferme de individualismo, de egoísmo”. Esta forma de diversidad también es capaz de “sanar estructuras y procesos sociales que han degenerado en sistemas de injusticia o de opresión”.