Karina se ha convertido, sin pretenderlo, en todo un fenómeno en Instagram. Es la musa de las mascarillas gracias a un vídeo en el que, ayudada de un abanico, nos ruega que no salgamos de casa sin ella así como que mantengamos la distancia social. Desde ese momento, tiene una cita habitual con miles de ‘instagramers’ con los que comenta su cotidianeidad.
PREGUNTA.- Musa de las mascarillas, ¿cómo se le queda el cuerpo?
RESPUESTA.- (risas) ¡Pero si la primera sorprendida soy yo! No lo hice con ningún ánimo, salvo el de concienciar a la gente, sobre todo a los mayores como yo y a los jóvenes que no tienen miedo, de que la utilicen. Solo hay tres reglas: guardar la distancia, lavarse las manos y cubrirse nariz y boca. Lo que menos suponía es que se armara este revuelo por decir algo tan obvio.
P.- Se ha convertido en todo un fenómeno en Instagram… ¡algo tendrá el agua cuando la bendicen!
R.- Bueno, bueno. Es que ha sido un año my duro. Las dos primeras semanas de confinamiento lo pasé muy mal, sin salir, sin ver a nadie. Mis hijas me decían que era persona de riesgo, por mis 73 años y se me ocurrió ayudar a la gente y de paso ayudarme a mí misma, gracias a las nuevas tecnologías. Solo pedía responsabilidad a todos, y los seguidores me lo pagaban con cariño.
P.- ¿Pasó todo el confinamiento sola?
R.- Sí, sola, como tanta gente de mi edad. Una de mis hijas vive muy cerca de mí, pero por miedo a contagiarme solo venía una vez a la semana y dejaba una bolsa de comida y productos de farmacia en el felpudo de mi puerta. Fue tristísimo, por eso digo que los vídeos me han salvado de una depresión severa y no exagero. De hecho, estuve 58 días sin salir y sin hablar con nadie más que por teléfono o por redes. (…)
P.- ¿Se ha resentido su fe en este año tan difícil?
R.- ¡Todo lo contrario! La fe me ha ayudado muchísimo porque he rezado no solo por mí sino por todos, para que “el bicho” vaya perdiendo fuerza. Cada vez que sabía que se iba gente sola, le rogaba a Dios que les acogiera. De hecho, cuando hemos podido salir fui a la iglesia pero tuve miedo de quedarme a la celebración. El Señor está en todas partes, ¡qué más da dónde le rece! Para más ayuda, tenemos un Papa valiente, que habla muy clarito. El que no le entiende es porque no quiere.