“Cuidemos la vida para que logremos la paz“. Con estas palabras, al concluir la Eucaristía dominical televisada este 6 de septiembre, el arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda Aparicio, invitó a los colombianos a hacer parte de la 33ª edición de la Semana por la Paz.
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Orar por la paz
Previamente, el director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, Héctor Fabio Henao, quien concelebró con el arzobispo de Bogotá desde la Capilla del Sagrario, había encomendado a la Virgen María el anhelo de paz de los colombianos.
Por su parte, Rueda Aparicio animó a las familias a rezar y ofrecer el Santo Rosario por la paz, el próximo martes 8 de septiembre, y recordó que el miércoles 9 de septiembre, fiesta de san Pedro Claver –”esclavo de los esclavos”, como dijo el pastor– se celebra el día de los derechos humanos en el país.
Durante la Misa, el primado de Colombia también hizo un llamado a la conversión y a la reconciliación, exaltando la corrección fraterna como camino “para que el otro, reconociendo su falla, su error, pueda encontrar un camino de transformación, de vida nueva”.
“Se necesitan profetas de la reconciliación”
“Se requiere valentía para decirle al otro, de viva voz, sin aplancharlo, sin humillarlo, sin condenarlo, que está equivocado“, insistió el arzobispo de Bogotá, subrayando que “se necesitan profetas de la reconciliación, del diálogo, de la palabra oportuna para sanar la vida del otro”, que es “lo contrario de la venganza, del desquite”.
La corrección fraterna supera dos extremos viciosos. Uno de ellos, es la violencia, explicó el pastor: “me la hizo, me la paga, como se equivoca, lo elimino del camino… es alguien a quien debo destruir”. Y el segundo es no corregir o, como se dice popularmente, “hacernos los de la vista gorda (…), dejar pasar, y por miedo, porque nos falta fortaleza, sabiduría y espiritualidad para acercarnos y corregir”.
Corrección fraterna
Con pedagogía Rueda Aparicio se refirió a las implicaciones de la corrección fraterna en la vida personal, familiar y en la sociedad. “Debemos aceptar el error cuando el otro, con amabilidad, con fraternidad sincera, se acerca para decirme que me he equivocado”. En estos casos, “Dios, a través del otro, me está mostrando un camino nuevo”.
La corrección fraterna también hace parte de la misión educadora de los padres con sus hijos. “No puede ser a los golpes, ni con agresividad”, pero sí requiere “amor, y una autoridad llena de misericordia”. En este sentido, fue enfático cuando dijo: “necesitamos papás y mamás que tengan la capacidad de corregir a sus hijos y de hacerlo en el momento oportuno y con la manera oportuna“, y les recomendó hacerlo con oración, para que la acción sea sanadora: “no vayan jamás a corregir a sus hijos sin haber orado primero por ellos”.
“No tomemos justicia por nuestras manos”
Finalmente, con relación a la aplicación social de la corrección fraterna, el pastor denunció que “nos estamos acostumbrando a la intolerancia, a rechazar las idea del otro y a rechazar al otro“. Sin embargo, “cuando somos capaces de ser hermanos, de ser fraternos, de descubrirnos como hijos de Dios, podemos ver en el otro –incluso en el que piensa distinto y en el que se equivoca– la figura de Dios nuestro Padre, y descubrir en él la dignidad”.
Solo así, será posible que “en nuestra sociedad no tomemos justicia por nuestras manos, no vayamos a eliminar al otro, a quitarle la vida porque me hace estorbo o porque me hizo el mal”, aseguró Rueda Aparicio, recordando el llamado a ser artífices de la reconciliación en la Semana por la Paz, y exaltando la labor de los agentes de pastoral social en todo el país: “son misioneros de la reconciliación en las regiones“, que además están “mostrando cómo se pueden solucionar los conflictos por la vía del diálogo, del encuentro, del perdón”.
“Cuando el victimario y la víctima se miran a los ojos, se reconocen como hermanos, ahí hay un signo de la presencia de Dios que nos desarma, nos quita todo rencor, nos hace sanar el resentimiento y el deseo de venganza“. Es ahí cuando “nos encontramos como miembros de una única familia, hijos de un mismo Padre, y podemos entonces darnos la mano, abrazarnos con el perdón”, como sucedió en el encuentro de reconciliación en Villavicencio, con motivo de la visita del papa Francisco a Colombia en 2017.
Para alentar a los colombianos a no claudicar en el camino de la paz, el arzobispo de Bogotá compartió con Vida Nueva la oración a María, “Madre de la reconciliación y la fraternidad“, de su autoría:
Oh, amada Virgen María,
Madre de la Iglesia orante,
danos la humildad para reconocer nuestros desvíos,
en medio del error, que alguien nos corrija con amor,
danos tu ayuda, acudimos a ti llenos de esperanza,
anhelantes de renovar nuestra vida,
de reconstruir nuestra familia
de transformar la sociedad,
condúcenos, Oh Santa Madre, a la reconciliación y a la fraternidad.
Madre de la Iglesia misionera,
danos tu docilidad al Espíritu Santo,
tu pureza y tu sencillez de vida
libéranos del egoísmo y del odio,
enséñanos el camino del dialogo para que nazca el perdón,
que superemos el insulto, la ofensa y el resentimiento,
que nuestra palabra sea respetuosa y amable,
condúcenos, Oh Santa Madre, a la reconciliación y a la fraternidad.
Madre de la Iglesia servidora,
danos el gozo de compartir como hermanos
nuestro tiempo, nuestro trabajo y el pan,
no nos dejes caer en la indiferencia y tampoco en la rivalidad,
aleja de nuestros pueblos la oscura confusión de la guerra,
alumbre en nuestras mentes la claridad de la fe,
la amistad crezca en nosotros, con la justicia y la verdad,
condúcenos, Oh Santa Madre, a la reconciliación y a la fraternidad.
Amén.