El Covid-19 ha sembrado graves consecuencias en todo el mundo. También en Tierra Santa. Oriente Medio, que durante años se ha visto asolado por los conflictos armados, se encuentra inmerso ahora en una crisis que requiere que la ayuda prestada por la presencia cristiana en el lugar siga estando garantizada. Cada año, la colecta de viernes santo se destina a la Custodia de Tierra Santa, pero no solo para conservar los Santos Lugares, sino también para sostener las obras de caridad con los necesitados –en gran medida refugiados– y para proteger a las “piedras vivas”, los cristianos que viven en Oriente Medio y que se han visto perseguidos, amenazados… Y ahora, también, afectados por una crisis que ha paralizado al mundo.
Sin embargo, este año, al estar cerradas las parroquias durante la Semana Santa, el Papa dio su conformidad para que la colecta se traspasara al domingo 13 de septiembre. Fray Aquilino Castillo es el representante de la Custodia de Tierra Santa para España y, ante la difícil situación que atraviesa el territorio, explica a Vida Nueva cuál es la misión de la Orden franciscana no solo en Jerusalén, sino también en Palestina, en Siria, en Líbano… y cómo se ha visto afectada no solo por el coronavirus.
PREGUNTA.- ¿Cómo han vivido el periodo de pandemia? ¿Cómo ha afectado el Covid-19 a la misión de la Custodia en Tierra Santa?
RESPUESTA.- Ha afectado en diferentes ámbitos, porque la Custodia es muy grande. Tenemos los santuarios en Tierra Santa, lo que es la entidad compuesta por el Estado de Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Veníamos de un periodo en el que el flujo de peregrinos, desde 2015, iba en aumento, lo cual era muy positivo. En 2018 teníamos una cantidad de millones de peregrinos muy grande, que se vio incrementada en 2019, alcanzando los 4 millones, y que los dos primeros meses de 2020 hacían suponer que seguirían aumentando. De hecho, había un 18% más de peregrinos en enero y febrero que en el mismo periodo del año anterior. Esperábamos que en 2020 alcanzáramos los 5 o 5,5 millones. Pero esto, de pronto, se vio cercenado en el mes de marzo.
La alarma comenzó la última semana de febrero, y ya en marzo teníamos los santuarios completamente vacíos. Algunos de ellos son parroquias, como el de Belén. Se aumentó el número de misas de los domingos y se pidió a la gente que viniese menos masificada. Después se suspendieron las misas parroquiales, más o menos desde el mes de marzo hasta mayo. También hemos retransmitido las misas por streaming para que la gente las pudiera ver.
En mayo los niños empezaron a ir al colegio y la gente a trabajar. Realmente el virus ha tenido muy poca incidencia en Tierra Santa en cuanto a número de casos, pero lo que realmente ha afectado es la caída del número de peregrinos, porque muchísimas familias viven de eso. Los templos comenzaron a abrir para que la gente pudiera visitarlos de forma gratuita. Pero en Jerusalén quedan únicamente algunos voluntarios o gente de las embajadas. Ahora mismo visita los templos 1 o 2 personas al día, pero absolutamente ningún peregrino. De un día para otro pasamos de la masificación de las visitas, de 4 horas de espera para poder acceder al Santo Sepulcro, a que no haya nadie.
Por otro lado, somos la única presencia en el Líbano en las parroquias que son romanas católicas. A nosotros nos denominan “los latinos”, porque celebrábamos la misa en latín. También tenemos parroquias en Siria, en Aleppo, por ejemplo, o dos santuarios en Damasco.
P.- ¿Cómo ha quedado la situación de los trabajadores de la Custodia con el Covid?
R.- Tenemos en plantilla más de 1200 empleados, sobre todo en la educación. Toda esta gente, cuando no había clase, el estado de Israel hizo una política de ERTE inmediata. Con lo cual asumió el 70% del salario de los profesores durante esos meses. El problema es que en Palestina no existe un Estado como tal, por lo cual la Custodia se ha hecho cargo de los salarios de los trabajadores palestinos aunque se hayan tenido que quedar en casa.
Esto es un problema muy grave para toda Tierra Santa. Al no haber colecta en viernes santo y el domingo 13 de septiembre los aforos de las iglesias de todo el mundo (las que están abiertas), estar tan limitado, es muy posible que la recaudación sea mucho menor que otros años, con lo que eso supone para la misión de la Custodia. Además, nosotros sabemos que las Diócesis han tenido sus propias parroquias cerradas durante mucho tiempo, por lo que el clero local de cada país tiene sus necesidades. También reconocemos que hay muchísima gente comprometida. Por ejemplo, en Jacoubiyyeh hemos habilitado una escuelita para ayudar a los niños de la zona, la cual recibe ayudas de forma directa de la parroquia de San Francisco Javier de Abando-Albia, en Bilbao.
La Custodia de Tierra Santa está haciendo todo lo posible por explicar a la gente la labor que se realiza. Se trata de mantener esas 14 escuelas abiertas, a esos 11.000 niños que ahora mismo que también tienen que tener comedor, de esos profesores, sobre todo los que viven en Palestina y no tienen ningún tipo de ERTE. Lo mismo en Líbano y en Siria. Estamos intentando paliar todo aquello a lo que los estados no pueden hacer frente ahora mismo: ya sea porque, en Palestina, no hay Estado como tal, o en Siria y Líbano porque el conflicto o lo ocurrido con la explosión hace que las necesidades hayan crecido aun más. No podemos dejar en la estacada a todas esas familias.
P.- Líbano y Siria también forman parte de Tierra Santa, ¿cuál es la situación en la que se encuentran estos países?
R.- En la comarca de Idlib, en Siria, tenemos tres pueblos, y el ejército turco ha entrado en la zona. También está al-Nusrah, que es una de las ramas de al-Qaeda, hay disidentes del gobierno… hay muchísimos grupos, y los cristianos de la zona están sufriendo muchísimo. En cuanto al virus, se está extendiendo a gran velocidad. Muchos frailes se han contagiado y dos han fallecido por esta causa. Los hospitales sirios no están preparados, por la situación en la que está el país, para algo así. Están bajo mínimos, porque además Siria tiene un bloqueo económico internacional. Es algo que nos preocupa mucho de Siria, que se sigan extendiendo los contagios, porque no se va a poder atender a las personas.
En Líbano, la primera ola pasó con pocos contagios, y esta segunda ola ha coincidido con las protestas contra el gobierno, en las que la gente pedía un cambio en el Parlamento, la explosión en el puerto de Beirut, el incendio que ha habido ayer mismo… y que Líbano es el país que más refugiados tiene. En nuestro caso, uno de nuestros conventos ha quedado prácticamente destruido por la explosión, justamente desde donde nosotros organizábamos la ayuda que iba no solo a los campos de refugiados, sino la que va hacia Siria. Teníamos una guardería en Beirut que ha tenido que cerrarse. Hacemos una labor con la infancia, tanto en Beirut como en Trípoli, que se basa en que no pierdan su formación, con escuelas y guarderías como esta, para que los niños refugiados no pierdan cursos. En estos proyectos trabajamos de forma conjunta todo el clero, pero no solo el católico, sino también el maronita, ortodoxo, órdenes religiosas… De pronto, todo esto también se ve afectado. Se ha llevado a otro convento para seguir trabajando, pero ha sido un parón durante unas semanas.
P.- Imagino que será una experiencia ecuménica muy enriquecedora…
R.- El ecumenismo es la práctica diaria de la caridad. No se pregunta a nadie si es musulmán o armenio u ortodoxo. Se hace para todo el mundo. En Jordania estamos llevando continuamente mantas, alimentos y medicinas a los campos de refugiados. En este país tenemos, además, el santuario del monte Nebo y un colegio en Amman, desde el cual hacemos llegar la educación a muchísima gente, así como muchísima ayuda.
La Custodia también está en Chipre, Rodas y la isla de Kos. En esta última, hemos tenido también a mucha gente que llegaba desde Turquía en barquitas o lanchas hinchables. Gente que ni siquiera sabía nadar. Allí había un padre británico al que la gente se acercaba al reconocer el hábito porque lo habían visto en Siria. Aunque la inmensa mayoría eran musulmanes, nos reconocían por estar en Aleppo o en al-Qaydah, y se aferraban a ello. Para nosotros esto dice mucho, porque no entendemos ni de religiones ni de credos, sino de que el ser humano necesita ayuda.
P.- ¿Cuantos santuarios, hospitales, colegios y otras instituciones gestiona la custodia?
R.- Estamos establecidos ahora mismo con una casa en Egipto, el Centro de Estudios Árabe-Cristiano. Es la mayor biblioteca de manuscritos árabes-cristianos de todo el mundo. Estamos también en Palestina, Israel, Jordania, Siria, Líbano, Chipre, y las islas de Rodas y Cos, que pertenecen a Grecia. Son 57 santuarios en total.
Tenemos también 14 escuelas. Somos la institución que más colegios tiene en Tierra Santa, con casi 11.000 alumnos. Tenemos 4 casas para peregrinos, así como muchos dispensarios. Las parroquias tienen centros donde se fomenta que haya una asistencia a toda la población cristiana de los lugares donde estamos. Tenemos también centros lúdicos. La única cancha reglamentaria de Palestina es nuestra, así como gimnasios para hombres y para mujeres, piscinas… Si no, no habría nada. Los jóvenes no tendrían nada.
Todas las parroquias de Siria tienen un dispensario que, cuando empieza la guerra, se hicieron indispensables. Antes de esto, se ayudaba con mantas, medicinas, alimentos… pero también con el pago de los alquileres. En Aleppo la custodia de Tierra Santa es copropietaria del hospital ar-Rajah (esperanza). En las tres aldeas del norte de Siria los dispensarios son fundamentales. Incluso en estos momentos, como es una zona muy cerrada, se abrieron pequeñas escuelas para que los niños no perdiesen escolaridad. La Custodia está pagando a los maestros para que esos niños tengan actividades.
P.- El coronavirus, a pesar de sus efectos, no es la única dificultad a la que deben enfrentarse los cristianos en oriente medio, ¿cuál es su situación ahora mismo?
R.- En los últimos 20 años la situación de los cristianos en Oriente Medio ha cambiado drásticamente. Con la guerra de Irak, que era un país que tenia más de 2 millones de cristianos, la población quedó diezmada. Después, con los ataques del Estado Islámico la gente ha huido. Quienes tenían familia en Canadá o en Europa se fueron allí, pero otros acabaron en Jordania o en Siria y, de pronto, también estalla la guerra en este país.
Lo que nosotros vemos es que el número de cristianos siempre disminuye, porque es una minoría que, además, está muy bien preparada y muchos de ellos emigran. De aquí a 5 años, ¿cuántos cristianos van a quedar en Oriente Medio? Porque lo que no queremos es que las iglesias sean museos. Pretendemos que los santuarios tengan siempre una vida de iglesia local, pero esto ahora mismo está en peligro. Durante la ocupación del ISIS en Homs, por ejemplo, todos huyeron porque estaban matando a la gente casa por casa. Nos preocupa también porque Oriente Medio era un crisol de razas: armenios, kurdos, árabes, turcomanos… Toda esa riqueza, de pronto, corre muchísimo peligro.