Este 13 de septiembre concluye la Semana por la Paz en Colombia con un lamentable balance de hechos violentos y de confrontaciones entre la ciudadanía y la fuerza pública, en capital del país y en otras ciudades, que han dejado decena de heridos y 14 víctimas fatales, siendo el abogado Javier Ordóñez el primero de ellos, quien falleció bajo custodia de la Policía metropolitana.
“No somos dueños de la vida de nadie (…), todos tenemos que pedir perdón, yo el primero“, dijo el arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda Aparicio, durante el rito de perdón en la Eucaristía con la que iniciaba la vigilia por la paz en la noche del sábado 12 de septiembre.
La celebración –televisada por Cristovisión– se ofreció por el eterno descanso de los fallecidos en esta “semana de dolor y de muerte” y por sus familias, haciendo un llamado al perdón y a la reconciliación nacional durante la jornada de vigilia y oración que incluyó la ‘hora santa’ ante el Santísimo.
En la homilía, el arzobispo de Bogotá manifestó su solidaridad con las familia que desde hace muchos años han llegado a la capital, con las heridas que les ha dejado la violencia, y en búsqueda de oportunidades, “con la esperanza de encontrar una ciudad donde vivir en paz, donde trabajar, donde estudiar”. Pero la violencia y el odio son una pandemia nacional que aún no tiene cura.
“En Colombia hemos tenido décadas de odio, de ira, de ese pecado destructor de la vida”, dijo Rueda Aparicio, recordando de manera particular a quienes tienen familiares desaparecidos, “en fosas comunes que no sabemos dónde están“, o a quienes han padecido el drama del desplazamiento por la guerra.
En este sentido, el arzobispo primado de Colombia exhortó a hacer de Bogotá una ciudad de misericordia, de bondad y compasión. “Queremos que la misericordia de Dios, su clemencia y su perdón se pongan en camino y lleguen hasta nuestras casas; no el juicio, no la condena de Dios, no la declaración de pena de muerte, sino todo lo contrario (…) abramos las puertas de nuestras casas para que sean templo de misericordia”.
Luis José Rueda también se dirigió a las familias de los heridos y los fallecidos que ha dejado esta semana trágica de violencia en Bogotá, “como de una ira represada”, al decir que “no somos perfectos, pero tenemos un Dios que es perfecto y a él le pedimos que nos enseñe a ser sus hijos con su ADN de misericordia, para que podamos eliminar el rencor y la ira”.
El pastor rechazó tajantemente la cultura del “desquite” y de la “venganza“. “Eso no es civilizado, no es de hijos de Dios”, sentenció, y recordó el camino de la no violencia trazado por Jesús de Nazaret: “bienaventurados los que trabajan por la paz, bienaventurados los de corazón limpio… y necesitamos que el Señor limpie nuestro corazón de la ira, del rencor, del resentimiento acumulado”.
A los líderes políticos y sociales y a los gobernantes los invitó a reconocerse como hermanos, para que “no haya un liderazgo que tenga que eliminar a otro, sino un liderazgo al estilo de Jesús, como en la última cena cuando se despojó del manto y le lavó los pies a los discípulos”. Ternura, misericordia y compasión son, así, herramientas para construir una civilización del amor, de la paz y de la reconciliación. “No podemos tomar la justicia por nuestras manos”, exclamó el pastor, “no podemos alimentar la venganza en nuestra vida“.
En este punto, Rueda Aparicio fue enfático: “no necesitamos profetas del rencor, no necesitamos ‘misioneros’ –entre comillas– del odio, necesitamos servidores de la vida, del perdón“. Del mismo modo que se requieren médicos y enfermeros para ayudar a superar el Covid-19 y otras enfermedades, “necesitamos una medicina para el alma”.
Conocedor del poder de la palabra, que es “como un arma de doble filo”, el arzobispo de Bogotá reconoció que ella puede sanar, construir y animar, pero también puede ser inoportuna, llena de odio y de rencor. “Controlar la palabra”, fue su pedido, para que no sea factor de destrucción.
Al concluir la homilía, Luis José Rueda exhortó a “no quitarle la paz a los niños y a los jóvenes”, recordando que esta semana murieron muchos jóvenes. “Su muerte nos hace pensar si a los jóvenes de Bogotá y de Colombia los adultos les estamos proponiendo una cultura que los anime a vivir, a estudiar, a trabajar, a hacer deporte… necesitamos a nuestros jóvenes con salud, con esperanza, con vida”. “No nos cansaremos de trabajar por la paz, necesitamos una pedagogía para la paz y el perdón”, aseguró el arzobispo.