El papa Francisco aceptaba ayer la renuncia del cardenal Lorenzo Baldisseri como secretario general del Sínodo de los Obispos y designaba para el puesto a Mario Grech, obispo emérito de la Diócesis de Gozo y actual pro-secretario general del Sínodo. Cargo que le fue concedido el 2 de octubre de 2019 por el Pontífice, por lo que se trata de una sucesión natural, ya que el purpurado cumple 80 años a final de este mes.
Baldisseri se retira tras 7 años en el cargo, un tiempo en el que ha preparado los dos Sínodos sobre la Familia, el Sínodo de los Jóvenes y el Sínodo de la Amazonía. Grech llevaba ya un año siendo la sombra de Baldisseri para tener un conocimiento directo de la institución y de sus componentes, y adquirir conciencia de los procesos e instancias de competencia. De hecho, el prelado ya participó en el Sínodo sobre la Amazonía. Y ahora se encargará de la preparación del próximo Sínodo de 2022 sobre la Sinodalidad.
Nacido en 1957 en Malta y ordenado sacerdote en 1984 en la Diócesis de Gozo, fue nombrado obispo en 2005 por Benedicto XVI. Francisco coloca al frente del Sínodo a un hombre que en numerosas ocasiones se ha mostrado sensibilizado con distintas problemáticas sociales, desde el drama de la inmigración hasta la realidad de las parejas homosexuales. Y es que Grech, de 62 años, dirige desde 2005 la diócesis de Gozo, en Malta, una isla que, por su situación geográfica, vive muy de cerca las migraciones y sus consecuencias.
Por otro lado, junto con Charles Scicluna, arzobispo de Malta, publicó una carta en la que ordenaron a sus sacerdotes dar la comunión y la absolución a “divorciados vueltos a casar” si estos se encontraban “en paz con Dios”. El detonante para publicar esta carta no fue otro que ‘Amoris laetitia’, donde Francisco rechaza excluir a estas personas de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.
Por otro lado, un año después de que se aprobara en Malta la unión matrimonial entre personas del mismo sexo, Grech hablaba de este tema en una entrevista concedida a Malta Televisión en marzo de 2018. En ella, el prelado se mostraba “satisfecho” con que la legislación maltesa reconociese estas uniones, ya que sus miembros “tienen derecho a no ser juzgados” y, desde la “fidelidad, tienen derecho a ser respetados como pareja”.