El mes de septiembre se asocia habitualmente con el fin del verano y la vuelta al cole… Pero, como denuncia Entreculturas, esto no es así ahora mismo para 1.000 millones de alumnos en todo el mundo debido al impacto de la pandemia del coronavirus.
Así lo ha lamentado la entidad jesuita en una rueda de prensa virtual, este miércoles 16 de septiembre, donde ha presentado los indicios recabados en su informe ‘La vuelta al cole, un reto a la sombra de la pandemia’, dentro de la ya tradicional campaña ‘Silla Roja’, reclamando que ‘La vida sin educación no se sostiene’.
En el estudio, Entreculturas recalca que “el cierre de escuelas agrava las desigualdades en la educación y afecta de manera desproporcionada a los niños y jóvenes más vulnerables”. Y es que, como incide habitualmente la ONG, las escuelas son lugares de protección para estos grupos más expuestos a la pobreza, la violencia o al abuso de cualquier tipo.
Acudiendo a estadísticas de UNESCO, Lucía Rodríguez, responsable de Incidencia en Entreculturas, ha apuntado que, al inicio de la pandemia, hace seis meses, “casi 1.600 millones de alumnos, de los cuales 767 millones son niñas, de más de 190 países –el 94% de la población estudiantil del mundo–, se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento más álgido de la crisis. Una cifra que hoy se ha reducido a 1.000 millones, el 60% de la población estudiantil a nivel mundial”, pues “alrededor de 132 países todavía no han anunciado en qué fecha volverán a abrir sus escuelas”.
Sin olvidar otro factor clave como es la brecha digital, ya que “más de la mitad de la población estudiantil del mundo no tiene ordenador en casa y más de 700 millones no tienen internet”. Un drama al que se une el alimenticio, teniendo en cuenta que “369 millones de niños que necesitan comedores escolares tuvieron que buscar otras fuentes de nutrición diaria”. Así, el riesgo es grave… “Cuanto más tiempo pasen fuera de las aulas, más posibilidades hay de que no vuelvan. Y la vida sin educación no se sostiene; esta ha de ser una de las claves para a sociedad posterior a la pandemia”.
Con todo, el panorama no es halagüeño para los más desfavorecidos, rescatando un dato desolador extraído también de los informes de UNESCO: “Hasta 24 millones de estudiantes podrían no volver a la escuela en 2020, de los cuales 11 son niñas. La mayoría de los alumnos en situación de riesgo, unos 11,2 millones, se encuentra en Asia Meridional y Occidental y en el África Subsahariana. Sin posibilidad de volver a la escuela, muchos menores han perdido su lugar seguro, la escuela”.
“Volver al cole –ha enfatizado Rodríguez– genera normalidad, estructura, esperanza… Para todos, no solo en la escuela”. De ahí la llamada al apoyo a quienes parten de una peor situación, pues “no todos los países pueden implementar las medidas necesarias. Antes de la pandemia, algunos ya tenían una situación frágil, estaban en conflictos internos o padecían la desigualdad”.
En definitiva, la petición principal es aprovechar el contexto de incertidumbre para buscar en él una oportunidad en positivo: “Pretender volver a lo de antes, a la escuela de antes, sería un problema. Hay que replantearse la educación. La escuela debe ser renovada desde una actitud innovadora; hay que pasar revista a todo, desde la gestión a los programas. Ha de ser inclusiva y prestar una mayor atención a los colectivos más vulnerables y con necesidades especiales”. Además de que “debe ser un entorno seguro en todos los sentidos, por lo que los estados deben asumir este reto, partiendo de las condiciones higiénico-sanitarias”.
Pablo Funes, del Área de Cooperación Internacional en África de Entreculturas, ha contado que les ha tocado “adaptarse a las circunstancias”, pues “sabíamos que el derecho a la educación iba a verse afectado”, especialmente “para los más vulnerables”.
Un claro ejemplo se ha vivido en Venezuela, donde Entreculturas lleva mucho tiempo apostando “por la educación en emergencia” a través de la red de Fe y Alegría. Gracias a un trabajo ingente por parte de todos, han conseguido que “un 75% de los alumnos hayan podido seguir las clases a distancia, algo clave en un entorno rural y frecuentemente olvidado”. Algo que se ha logrado “desde la creatividad, motivando a los padres para que recogieran los materiales para sus hijos en la escuela o promoviendo las clases a través de la radio”.
Otro caso que ha puesto Funes es el de Líbano, donde trabajan fuertemente con refugiados sirios, con los que han podido apostar por la educación on-line a través de grupos de WhatsApp. A través de su socio local, el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), han podido seguir la evolución de las familias a través de la implicación de los voluntarios. “Entre otras cosas –ha ilustrado–, han promovido una clase de yoga con la que pueden transmitir tranquilidad a los alumnos en un momento difícil”.
“Lo esencial –ha remachado– es siempre que el alumno no deje la escuela, para lo cual también es esencial el rol del profesor. No puede haber una generación perdida… Estos chicos son el futuro”.
Toyi John, joven de Malawi de 16 años, es una de las 34.000 personas que viven en el campo de refugiados de Dzaleka, atendido por el SJR. De un modo muy directo, ha lamentado que “iba muy bien en la escuela, hasta que llegó la pandemia. Desde entonces, mi vida no ha sido la misma. Se retrasaron los exámenes, pero al menos pudieron contar con el mantenimiento de las clases por radio. Ahora hemos vuelto, pero no todas; faltan algunas compañeras que han sido víctimas del matrimonio infantil o de embarazos precoces. Nuestro lugar no está en la cocina. Necesitamos la educación para empoderarnos. Educar a una mujer es educar a toda la nación. Mi sueño es ser artista y denunciar la violencia de género a través de mis dibujos e ilustraciones”.
Facundo Fabián Velázquez, joven de 21 años en Argentina y muy ligado a Fe y Alegría, con quienes se formó en Salta, ha lamentado que “muchos alumnos han perdido el curso” y están muy “deprimidos”, lo que se ha unido a un fenómeno ya muy extendido antes como es el amplio abandono escolar. A través de la radio o por WhatsApp, han podido impulsan para muchos la necesaria educación, “para que nadie se quede atrás”.
“La educación –ha cerrado Velázquez– está y debe estar en todos los ámbitos, no solo en los centros. Tampoco hay que centrarse en contenidos meramente académicos, sino en formar a sus ciudadanos para una cultura global e inclusiva donde todos somos responsables a la hora de construir un mundo mejor”.
El último testimonio ha sido el de Juan Lafuente Vazquez, profesor del IES Azahar en el barrio de Los Pajaritos de Sevilla, donde la situación ya era difícil antes de la pandemia en un ámbito marcado por la exclusión.Tras congratularse por el hecho de que mañana regresan los alumnos de Bachillerato, a los que recibirán “con esperanza”, no ha olvidado a quienes ya no esperan: “Hubo alumnos que quedaron abandonados al no aceptar sus familias los planes que les planteamos desde el centro, quedando expuestos a las casas de apuestas y a la pornografía. Desgraciadamente, ha habido varias brechas, no solo la tecnológica”.