“A ustedes, queridos hermanos que viven la vejez o la hora amarga de la enfermedad, siento la necesidad de dar las gracias”. Así ha hablado el papa Francisco en su mensaje a los participantes en la VI Jornada de los sacerdotes ancianos y enfermos de Lombardía, que ha tenido lugar hoy, 17 de septiembre, en Bérgamo.
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“Gracias por vuestro testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia”, ha continuado el Papa, “gracias por la proclamación silenciosa del evangelio de la vida. Gracias, porque sois un recuerdo vivo al que acudir para construir el futuro de la Iglesia”.
Asimismo, Francisco ha recordado que, durante los últimos meses, “todos hemos experimentado restricciones” debido a la pandemia del Covid-19. “Los días, transcurridos en un espacio limitado, parecían interminables y siempre los mismos. Hemos echado de menos a los más queridos y a los amigos; el miedo al contagio nos recordó nuestra debilidad”, subraya. “Básicamente, hemos sabido lo que algunos de ustedes, así como muchas otras personas mayores, experimentan todos los días”.
Curar el virus de la autosuficiencia
“Realmente espero que este período nos ayude a entender que, mucho más que ocupar espacios, es necesario no perder el tiempo que se nos da”, apunta el Papa, ya que “nos ayuda a saborear la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia”.
En “el periodo más duro” de la pandemia, “lleno de un silencio ensordecedor y un vacío desolador, muchos, casi espontáneamente, levantaron la mirada al cielo”, concluye el Papa en su mensaje. “Con la gracia de Dios, puede ser una experiencia purificadora. No tenemos miedo al sufrimiento: ¡el Señor lleva la cruz con nosotros!”
