Solidaridad en la Amazonía peruana frente al coronavirus

Solidaridad en la Amazonía peruana frente al coronavirus

Han pasado seis meses desde el anuncio de la confirmación del primer caso de coronavirus en el Perú, llegando a registrarse más de 150.000 casos de Covid-19 en la Amazonía de nuestro país. El número de fallecidos alcanza un trágico saldo de aproximadamente 3.000 ciudadanos, en su mayoría pertenecientes a poblaciones indígenas.



Respuesta tardía

En Perú, la respuesta desde el Estado frente a las vulnerabilidades de las poblaciones en medio de la pandemia fue lamentablemente tardía y cuestionada; tal es así que aproximadamente un mes después del anuncio de las medidas de aislamiento social recién se planteó un programa de ayuda para llevar víveres a comunidades nativas.

Desde el gobierno se viene intentando “integrar el enfoque intercultural en salud para pueblos indígenas, pero muy poco de esas buenas palabras ha logrado plasmarse fuera de los documentos”, como indica Luisa Elvira Belaunde, antropóloga e investigadora de poblaciones indígenas amazónicas.

Tal es así que, en medio de esta crisis sanitaria mundial, la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas (por alimentación, falta de acceso a servicios públicos, por condiciones económicas) es determinante para que el coronavirus cobre una innecesaria cantidad de vidas.

Frente a ello, la organización social se muestra como el único salvavidas para estas poblaciones. Dentro de los actores que conforman la sociedad civil peruana, uno de los que más ha resaltado por su trabajo basado en la solidaridad ha sido la Iglesia y su experiencia en el trabajo con comunidades indígenas nativas y urbanas.

Loreto en búsqueda de oxígeno

Una colecta solidaria iniciada en mayo de este año y liderada por el padre Raymond Portelli y Miguel Fuertes Prieto, administrador del Vicariato Apostólico de Iquitos, buscaba la compra de una planta de oxígeno para la ciudad de Iquitos, en Loreto, región amazónica más afectada por la pandemia. Esta actividad logró recaudar no solo la meta, sino cuadriplicar el monto objetivo llegando a instalarse cuatro plantas de oxígeno, insumos médicos, medicina y comida para los más vulnerables.

La solidaridad fue el eje central de esta colecta, contando con donativos humildes de quienes comparten lo poco que ganan a diario, entregándolo en las puertas de sus parroquias; hasta donativos que llegaron desde el extranjero, de personas con el único interés de salvar vidas.

“La Iglesia de Iquitos, desde su humildad, es solamente convocante de la fe, la esperanza y la solidaridad; es el pueblo el que encarna estos valores, es el pueblo el que hizo posible estas compras”, afirmó Miguel Fuertes en un comunicado de agradecimiento.

Solidaridad ancestral

Las acciones de solidaridad en la Amazonía no son producidas recientemente por la llegada del nuevo coronavirus a Latinoamérica. Algunas prácticas solidarias de las comunidades indígenas se visibilizaron como ayuda inmediata también en Ucayali, en dónde un grupo conformado por 16 voluntarios del pueblo Shipíbo-Konibo ha llegado a atender alrededor de 500 pacientes incorporando farmacéutica indígena. Este grupo se autodenominó Comando Matico Covid-19 y se albergó durante sus primeros meses de trabajo en la iglesia del distrito de Yarinacochas.

El trabajo del Comando Matico surge de una práctica milenaria que combina la solidaridad y la sabiduría ancestral, propia de los pueblos indígenas de la Amazonía. Ellos han impulsado la revalorización en cuanto a la combinación de plantas medicinales y conocimientos ancestrales para la atención rápida de pacientes infectados mediante vaporizaciones del matico, la mucura, el kion y el sacha ajo.

Prácticas solidarias como estas, más aún en estos tiempos de crisis, debería interpelarnos a considerar replicarlas en nuestras comunidades, porque como enuncia el lema del comando: “El pueblo ayuda al pueblo”.

La lucha por los derechos de los pueblos originarios

Francisco, en su documento Querida Amazonía, señaló la necesidad de impulsar “una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz se escuchada y su dignidad promovida” (No. 17).

Por ello, los 8 vicariatos amazónicos del Perú, en abril de este año, promovieron un comunicado centrado en relación a la afectación de los pueblos amazónicos, tanto indígenas como rurales, en el contexto de la pandemia del Covid-19. En él instan al Estado a reformular las estrategias enfocadas en las comunidades indígenas, y a su vez ponían a disposición sus espacios físicos, recurso humanos y económicos para aliviar esta crisis.

De eso se trata, de unir esfuerzos en conjunto, con esencia solidaria y sin intereses ocultos, para intentar pausar la enorme cifra que se ha llevado a miles de ciudadanos peruanos.

La vida es un camino comunitario donde las tareas y las responsabilidades se dividen y se comparten en función del bien común. No hay lugar para la idea de individuo desligado de la comunidad o de su territorio (Querida Amazonía, 20).

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