La aprobación en diversos países de leyes que permiten la eutanasia llevó a la Santa Sede a publicar este martes el documento ‘Samaritanus bonus’, firmado por el papa Francisco el pasado 25 de junio, en el que se considera el suicidio asistido de pacientes sin perspectivas de cura un “crimen” y un “acto homicida” e “intrínsecamente malo” en cualquier circunstancia. La carta, promovida por la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), advierte a los políticos de que al aprobar leyes en este sentido se convierten en “cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo”. También a los médicos, sanitarios y resto de agentes sanitarios se les deja claro que “no deben prestarse” a ninguna práctica eutanásica y se pide a los Estados que reconozcan “la objeción de conciencia” a estos profesionales.
‘Samaritanus bonus’ reafirma el “valor inviolable de la vida”, que considera “una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico”. Es por ello que, para la Iglesia católica, acabar con la vida de un enfermo que pide la eutanasia “no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario, significa desconocer el valor de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor”. El documento propone volcarse con el acompañamiento a los pacientes y los cuidados paliativos, entre los que considera “lícita” la sedación.
Estos últimos resultan insuficientes “si no hay alguien que está junto al enfermo y le testimonia su valor único e irrepetible”, comentó el cardenal español Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la CDF, durante la presentación del texto. El purpurado jesuita aclaró en su intervención que quien ha pedido de forma expresa la eutanasia o el suicidio asistido no puede recibir los sacramentos, ni siquiera aunque esté a punto de morir. “Para poder recibir la absolución en el sacramento de la penitencia, así como la unción de los enfermos o el viático, hace falta que la persona, eventualmente registrada en una asociación encargada de garantizarle la eutanasia o el suicidio asistido, muestre el propósito de retractarse de tal decisión o de anular su inscripción en ese ente”, dijo Ladaria.
‘Samaritanus bonus’ impide además que los sacerdotes encargados de prestar servicio pastoral en los hospitales o residencias estén presentes cuando se practica una eutanasia o suicidio asistido. “No es admisible de parte de quienes asisten espiritualmente a estos enfermos ningún gesto exterior que pueda ser interpretado como una aprobación de la acción eutanásica”, señaló Ladaria, que invitó a estar “muy cercano” a estas personas, aunque no se esté de acuerdo con la decisión que han tomado de poner fin a sus vidas.
“En cada hombre hay un fondo de esperanza. La presencia puede ayudar y suscitar esperanza a quien no la tiene, al ver que alguien que no acepta su solución está a su lado y no le abandona”, comentó el prefecto del antiguo Tribunal del Santo Oficio, mostrando su deseo de que se pueda lograr así un cambio de opinión. “En este sentido el testimonio de los cristianos y de los agentes sanitarios puede hacer pensar y reflexionar”, señaló. Como afirma ‘Samaritanus bonus’ en su conclusión, la “miseria más grande” es la falta de esperanza ante la muerte.
El arzobispo Giacomo Morandi, secretario de la CDF, criticó por su parte las erróneas concepciones que imperan en nuestra sociedad de lo que significan la “compasión” y la “muerte digna”. Esto explica a su juicio que haya quien pida la eutanasia y el suicidio asistido. “Hay un uso equivocado del concepto de muerte digna, porque se transfiere al ámbito médico una perspectiva ligada a las posibilidades económicas, al bienestar, a la belleza y al gozo de la vida física, olvidando dimensiones más profundas de la existencia, como las relacionales, las espirituales y las religiosas”, comentó Morandi, echando mano de unas palabras del Papa en 2014 durante un discurso a la asociación de médicos católicos de Italia.
Al ayudar a un paciente a morir con el suicidio asistido o la eutanasia no se estaría actuando de forma compasiva, advierte ‘Samaritanus bonus’, ya que “la compasión humana no consiste en provocar la muerte, sino en acoger al enfermo, en sostenerlo en medio de las dificultades, en ofrecerle afecto, atención y medios para aliviar el sufrimiento”. Morandi denunció en este sentido que el “individualismo creciente” y una concepción “utilitarista de la existencia” están detrás de esta forma de pensar.
El nuevo documento de la Santa Sede distingue bien entre eutanasia y ensañamiento terapéutico al invitar a la medicina a que acepte “el límite de la muerte” como parte de la condición humana.