“La Jornada Mundial del Migrante y Refugiado de este año se abre paso en una realidad complicada por la pandemia del Covid-19, porque el virus no diferencia razas ni lugares, pero sí que endurece las situaciones de las personas más vulnerables”. Con estas palabras José Cobo, arzobispo auxiliar de Madrid y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana, daba comienzo al encuentro online ‘Un diálogo sobre la hospitalidad y los desplazamientos forzados’, celebrada hoy, 24 de septiembre y promovido por el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas y la red Migrantes con Derechos.
La Jornada, que se celebra el próximo 27 de septiembre, tiene por título ‘Como Jesucristo, obligados a huir’. Y es que el papa Francisco ha querido incidir este año en la situación de los millones de desplazados internos que hay en el mundo a causa de conflictos armados, hambrunas y crisis ambientales. En esta línea, durante su intervención José Cobo ha mostrado una estampa que Francisco regaló a los obispos con su oración. En ella, se puede observar la ilustración de un migrante con un niño en brazos. “Podía ser el mismo san José con Jesús”, ha dicho Cobo, “y la Iglesia está llamada a portar en sus hombros al migrante, al refugiado… al mismo Jesucristo”.
El acto ha contado también con la intervención de Fabio Baggio, misionero scalabriniano y miembro de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano. Un organismo del cual uno de los principales objetivos es “entender los desafíos” que suponen las migraciones. “Este año el Papa decidió destacar a los desplazados internos”, ha explicado. “Dentro de la migración, este grupo en particular constituye uno de los más invisibles. Como se mueven dentro del territorio nacional, pasan desapercibidos”. “Tenemos que contemplar el misterio del sufrimiento, que Jesucrito tuvo que vivir también. Es curioso que el Hijo de Dios encarnado tuviera que vivir una experiencia de desplazo. Esto es muy importante para nosotros a nivel teológico”, ha recordado.
Atendiendo a los cuatro verbos acuñados por el Papa para hacer frente a la migración –acoger, proteger, promover e integrar–, Baggio ha señalado que de la propia acogida surge el primer problema: la invisibilidad. “Es difícil si no hay reconocimiento internacional de estas personas, pero son más de 50 millones”. Por otra parte, ha apuntado que “muchas veces las propias comunidades que los reciben son vulnerables también”. Asimismo, las instituciones nacionales “no tienen capacidad ni recursos para dar una respuesta efectiva a los desplazamientos masivos de personas”.
Por este motivo, del verbo proteger es importante una labor de la cual la Iglesia debe formar parte: “trabajar en el reconocimiento internacional de los refugiados internos”. Tal como ha subrayado el religioso, “esto abrirá la posibilidad de que, a nivel nacional, haya legislaciones nuevas”. Además, ha matizado que, dentro de este grupo hay personas con vulnerabilidades importantes: “mujeres, niños, enfermos”. Y es aquí, precisamente, donde las redes de trata encuentran a sus víctimas. “Son las víctimas preferidas para las redes, precisamente por su invisibilidad”, ha añadido Baggio.
Igualmente importante para el religioso es “pensar que se tiene que proteger a los agentes pastorales” que están trabajando en estos países y que viven esta realidad de primera mano, así como “ver y afrontar las causas de los conflictos étnicos que dan lugar a los desplazamientos”, para poder, así, fomentar la reconciliación. “Sin reconciliación no puede haber reconstrucción”, ha señalado.
Para la promoción de los migrantes, Baggio ha explicado que, si bien es importante promover en el ámbito laboral y económico para que puedan ser autosuficientes, es esencial resolver la situación administrativa de estas personas “para no tener a muchos ‘nadies’, que no existen simplemente porque no tienen documentos”. Asimismo, ha añadido que “en este sentido es importante la transparencia”, así como fomentar los programas de ayuda internacional ya que muchas de las iglesias que afrontan esta problemática “están en países en vías de desarrollo, por lo que no tienen recursos”.
Pero si algo ha subrayado Baggio como fundamental es la escucha y la integración del migrante. No como sujeto pasivo, sino como parte de la solución y del fomento de las propias comunidades. “Hay que darles espacio para que los desplazados puedan enriquecer nuestras comunidades, que animen nuestra liturgia, a veces con riquezas que nosotros no tenemos”, ha dicho, ya que “muchas veces la fe tiene un papel importante en el proceso de desplazamiento, y quieren cantarlo, celebrarlo, vivirlo en las comunidades”. “Cuando se integra en las comunidades de acogida son dos quienes se integran. Es un proceso de camino en conjunto, en el que cada uno tiene que dar algo y recibir algo”, ha recordado.
En el acto también han participado Alberto Ares, director del Instituto Universitario de Estudios Sobre Migraciones Comillas y la directora del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana, María Francisca Sánchez. Ambos, a su vez, miembros de la red Migrantes con Derechos. Por su parte, Ares ha presentado el documento de acogida de Migrantes con Derechos ‘La acogida en la Iglesia: una forma de ser y de hacer’. “Para todos aquellos que se pregunten qué pueden hacer desde su realidad personal ante esta realidad de la migración, en este documento podrá encontrar cómo se puede echar una mano desde sus posibilidades”.
Asimismo, Ares ha coincidido con Baggio en que la experiencia de la acogida es siempre bidireccional. “No es que yo de y una persona recibe”, ha subrayado, recordando las palabras de san Agustín: “la hospitalidad enriquece tanto al huésped como a la persona que acoge”. Por su parte, Sánchez ha repasado la situación de precariedad en la que ha sumido la crisis del Covid-19 a los migrantes en España, así como la actuación de la Iglesia durante este periodo.
“Recientemente se ha publicado un informe de Cáritas y Comillas sobre la precariedad de la población migrante en el que se revelaba que entre un tercio y la mitad de estas personas se encuentran en situación de pobreza o exclusión social”, ha dicho Sánchez. Además, con el coronavirus “ha habido un aumento de las situaciones de irregularidad, así como un colapso en el proceso de los tramites de asilo, lo que ha agravado la vulnerabilidad de estas personas”.
Por otra parte, Sánchez ha recordado el apoyo de la Iglesia española a la “necesidad de buscar vías alternativas a los CIES”, y ha advertido de los “brotes de xenofobia” que han surgido en España durante la pandemia. “Se ve al inmigrante como portador de cosas negativas”, ha explicado, como el caso de los temporeros, a los que se ha llegado a “criminalizar, como si fueran los únicos portadores del virus”.
“Es necesario conocer y profundizar en esta realidad, saber cuáles son las necesidades reales de los migrantes, qué necesitan a nivel social, político, económico… y cómo podemos ayudarles”, ha apuntado. “Tenemos que seguir acogiendo”, ha continuado, “porque las migraciones van a seguir, y tenemos que continuar poniendo en marcha proyectos y mecanismos para dar respuesta”. Para ello, considera que es fundamental que la comunidad cristiana “se implique en la acogida”, pero también fomentar que sean los propios migrantes “quienes se hagan protagonistas”.