No le tiembla el pulso. Francisco es el único de los últimos siete papas que ha echado a un lado a algún cardenal por conductas reprobables. Jorge Mario Bergoglio dio la avanzadilla en 2015 con la ‘dimisión’ de Keith O’Brian. Tres años más tarde, le enseñaba la puerta de salida a Theodore McCarrick. Solo dos años después, el Pontífice despide a Giovanni Angelo Becciu.
Antes del pontificado de Francisco, la última retirada de un cardenalato se remonta al papado de Pío XI. El afectado fue el cardenal francés Louis Billot, pero las razones son bien distintas a los abusos sexuales a menores, los escándalos sexuales o la corrupción, que son objeto de los tres casos más recientes. El jesuita galo apoyó en 1927 las críticas al pontificado de un grupo tradicionalista y fue despojado de la birreta por cuestionar la autoridad doctrinal de la Iglesia.
O’Brian, fallecido en 2018, renunció tras confirmarse sus relaciones homosexuales con otros sacerdotes durante su ministerio. A McCarrick se le retiró el título. Pero a O’Brian y a Becciu solo se le retiraron los privilegios que esto conlleva. En resumidas cuentas, Becciu no podrá elegir al próximo Papa, porque no entrará a la Capilla Sixtina para un futurible cónclave, pese a que tiene 72 años y son electores todos aquellos menores de 80. Con esta decisión, a día de hoy son 121 los cardenales electores. O’Brian, tampoco accedió al cónclave de 2013 en el que salió elegido el cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. Y es que Joseph Ratzinger le aceptó su renuncia como arzobispo de Edimburgo días antes y este, motu proprio, decidió no ir a Roma.
El papa Francisco ha demostrado en estos más de siete años de pontificado que no hay espacio en la Iglesia para el abuso a menores ni para la corrupción, independientemente de que se vista o no de púrpura. La historia del ex cardenal McCarrick no tiene precedentes en la historia de la Iglesia moderna: de tocar el cielo siendo el hombre fuerte de los obispos estadounidenses, a descender hasta los infiernos por abusar de menores. El 27 de julio de 2018, el Papa recibía una carta del arzobispo emérito de Washington en la que le presentaba su renuncia como miembro del Colegio cardenalicio. Horas después, se comunicaba que la aceptaba.
El caso de Becciu responde a una compra opaca de un edificio en Londres y otros escándalos financieros relacionados con su familia en su etapa como sustituto de la Secretaría de Estado; es decir, el tercer hombre más importante de la Santa Sede por detrás del Pontífice y el secretario de Estado. El hasta ahora prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos se defiende con rotundidad: “No sé si estoy bajo investigación, pero si me envían a juicio, me defenderé”.