Mirando a la cruz, descubres al crucificado, a la crucificada, a la persona que ha tocado el dolor en sus carnes. La frase de Rafael Pérez Pallarés, párroco de la iglesia malagueña del Buen Pastor, define espléndidamente la intervención que el artista José Luis Puche (Málaga, 1976) ha realizado sobre cinco cruces en sus fachadas norte, sur y este.
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“La verdad es que me he sentido a gusto y también aliviado –señala el pintor–. En un primer momento, cuando Rafael me invitó a hacer esta intervención en la iglesia, estaba temeroso porque no sabía con qué ocuparla. No tenía una idea clara de cómo quería que fuera la intervención. Sin embargo, una vez pasado el período de confinamiento, me di cuenta de que había que dedicar esas cruces a todo el sufrimiento provocado por el Covid-19”.
Las cinco cruces son una combinación de sensibilidad, arte contemporáneo y propuesta teológica. “Hay una catequesis plástica, que va más allá de las propias propuestas didácticas o pedagógicas que se ofrecen en el interior de los templos. Porque hay personas que no entran en la iglesia y, pasando por delante, podrán contemplar esa obra y ser una llamada a la reflexión”, apunta Pérez Pallarés. La cruz como mensaje y testimonio, también del drama del coronavirus.
“Eran unas cruces que realmente pasaban inadvertidas –explica el artista–. Es decir, prácticamente no te percatas porque tienen el mismo color que la fachada con un poco de relieve. Invitaban a que fuesen escenificadas”. Ahora se ven… ¡y tanto! “He intentado que transmitieran la visión del interior de la iglesia. Es decir, provocar como una especie de efecto traslúcido, que fueran como el vano por el cual vemos el interior y el corazón de la Iglesia –relata José Luis Puche–. La Iglesia no es ajena al dolor que se está sufriendo en la pandemia”. Como dice el artista, “lanza el mensaje de quiénes son los crucificados actuales, en este caso, los enfermos y fallecidos por el Covid-19”.
Tres homenajes
Una elección que tiene carácter simbólico, pero con nombres y apellidos. Cinco cruces en las que Puche refleja tres miradas, tres rostros, tres homenajes. “Evidentemente, al ser con tres intervenciones con tres rostros, había que elegir –precisa Pérez Pallarés–. Son tres personas que de alguna forma han tocado el dolor, el sufrimiento en sus vidas: una persona que ha fallecido, otra que está entregando su vida en la atención a las personas enfermas de coronavirus y una tercera que ha sentido la privación de la libertad por un delito cometido, y que ya está libre”.
En la fachada norte, sus dos cruces representan la mirada de la enfermera Irene Ferrer. En la fachada sur, está Isabel, vecina de Yunquera, pueblo de la provincia de Málaga, fallecida por coronavirus. Y, finalmente, en la fachada este, un preso que ha tenido un delito menor, que ya ha salido de la cárcel y está perfectamente reintegrado. “No tiene nada que ver con el COVID-19 y, además, esta es la única cruz que está sola, las otras dos son geminadas –dice Puche–, pero con esta cruz quisimos dar el mensaje de que la vida continúa, y que tenemos que mantener también la esperanza de que volveremos a nuestra vida”.