Hoy más que nunca, Miguel Ángel Millán defiende la necesidad imperiosa de cuidar al cuidador, de “mejorar sus muy deficientes condiciones laborales y vitales”. Porque eso, según el director técnico de la Fundación Hospital Residencia San Camilo, también contribuye a ‘Humanizar el cuidado’ (Sal Terrae). Así se titula su nuevo libro, publicado con la colaboración del Centro de Humanización de la Salud, de los religiosos camilos, y en el que, siguiendo ‘El ejemplo de san Camilo’, invita a “poner a la persona en el centro”.
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PREGUNTA.- ¿La profesionalización de los cuidados ha propiciado también su deshumanización?
RESPUESTA.- Ya en el siglo XVI, san Camilo clamaba contra el maltrato a los enfermos y la deshumanización en los hospitales. Hemos mejorado, pero queda mucho por hacer. La causa no está en la profesionalización, hay también mucho maltrato encubierto en las familias. El problema está en el corazón, en las motivaciones, en la mirada sobre la persona necesitada de cuidados.
P.- La actual pandemia ha puesto de manifiesto la importancia del cuidar. ¿Por qué no cuidamos más y mejor a los cuidadores?
R.- Camilo se preocupaba mucho por cuidar a los cuidadores. Hay una premisa: la gran valoración que hacía de la persona que cuida, y de su trabajo, como si fuera el más importante del mundo. Hay que empezar por dignificar este trabajo y reconocer el gran mérito de quienes lo realizan. Y preocuparnos por la mejora de sus condiciones laborales y vitales, hoy por hoy muy deficientes. Si esto ocurre con los cuidadores profesionales, peor es la situación de los cuidadores familiares o no profesionales.
P.- ¿Cómo se educa en el cuidado?
R.- Sensibilizando y concienciando desde la infancia. Si no conseguimos que el cuidar brote del corazón y se manifieste en gestos de cariño y ternura, podremos tener cuidadores que dominen las técnicas asistenciales, pero fríos, distantes, no implicados.
P.- ¿Faltan recursos, voluntad o sensibilidad para humanizar el universo asistencial?
R.- Falta sensibilidad. Llegar a sentir el sufrimiento del otro, dejarnos impactar por sus necesidades y carencias, indignarnos ante las injusticias en el campo asistencial. Cuando existe esta sensibilidad, la voluntad se pone en acción y busca los recursos hasta debajo de las piedras. (…)