En los próximos días está previsto que llegue a China una delegación de la Santa Sede para seguir profundizando con las autoridades de Pekín en el acuerdo firmado hace dos años y que permitió desatascar el nombramiento de obispos católicos en el país asiático. Lo han adelantado los periodistas Salvatore Cernuzio y Stefania Falasca en un artículo publicado en la página web del laboratorio de ideas chino Tianouzhiku y que aparece también en Vatican Insider.
La visita de la delegación de la Santa Sede propiciará un diálogo directo entre ambas partes después de que la pandemia haya impedido los encuentros durante los últimos meses. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, ya adelantó hace dos semanas la voluntad de prolongar la aplicación del acuerdo de forma experimental durante otros dos años. “Pasado ese tiempo, valoraremos mejor lo que resulta oportuno cambiar y si hay algo que añadir o quitar”, aseguraron fuentes vaticanas citadas por Cernuzio y Falasca, que aclaran que en el pacto firmado en 2018, cuyo contenido nunca se publicó, no existía una caducidad.
En Roma hay satisfacción por el camino conjunto recorrido en este período, en el que no se han producido nuevas ordenaciones ilegítimas de obispos al tiempo que eclesiásticos de las comunidades clandestinas eran reconocidos por las autoridades de Pekín. Para ello han resultado determinantes las orientaciones pastorales vaticanas sobre el registro civil del clero en China, publicadas el 28 de junio de 2019. Es posible desde entonces cumplir con las exigencias de las autoridades en materia de política religiosa sin por ello contradecir la doctrina católica ni traicionar la propia conciencia.
En el nuevo camino de entendimiento entre la Santa Sede y Pekín, que interrumpieron sus relaciones en 1951, resultó significativo el histórico encuentro que mantuvieron el pasado febrero en Múnich, donde coincidieron en una conferencia sobre seguridad, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, y el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, lo que le convierte de facto en el ‘ministro’ de Asuntos Exteriores del pequeño Estado.