El Vaticano ha anunciado hoy, 30 de septiembre, que el papa Francisco ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos a reconocer las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Francisca de la Concepción Pascual Doménech, fundadora de la congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada. De esta manera, la fundadora pasará a ser considerada, a partir de este momento, como Venerable dentro de la Iglesia Católica, siendo este el primer paso hacia la beatificación a espera de que se confirme un milagro por su intercesión.
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La causa de beatificación de Francisca Pascual llegó a la Santa Sede el 29 de agosto de 1990 y, en 1992, la Congregación para las Causas de los Santos nombraba relator de la causa al sacerdote Cristoforo Bove, declarando la validez del proceso el 18 de marzo de 1994.
Durante diez años se trabajó en la recopilación de datos históricos de la vida de Madre Francisca, a partir de lo cual en 2008 fue reconocida como Sierva de Dios. Una década después, en 2018, la superiora general, Aniuska Aporte Vargas, junto a la hermana Ángela Crespo Palomares y el postulador actual, Giovanni Giuseppe Califfano O.F.M, presentaban al Promotor de la fe, Carmelo Pellegrino, un ‘suplemento documental’ para ser estudiado. Como resultado de esto, el papa Francisco ha firmado el decreto de Venerabilidad de la fundadora.
Hacer siempre el bien
Francisca de la Concepción Pascual Doménech nació en Moncada, Valencia, el 13 de octubre de 1833. Desde muy pequeña va buscando cómo hacer posible una vida digna para la mujer y el hombre de su pueblo y de su tiempo, y siente la llamada de Dios mientras participaba en la Eucaristía en la Iglesia de San Lorenzo, que se encontraba a la fábrica de hilaturas de seda Pujalt y Cía. –actualmente sede de las Cortes Valencianas–, donde trabajaba en el hilado de seda.
En su búsqueda de una congregación en la que entregarse a Dios, Francisca acude acude al beaterio de las Hermanas Terceras de San Francisco de la calle Renglons. Al principio no la admitieron por falta de espacio, pero, lejos de darse por vencida, Francisca propuso acomodarse en el hueco de la escalera, donde vivió sus primeros años en el beaterio.
Sin embargo, aquel estilo de vida no le parecía el más acorde con el carisma franciscano, y propuso a sus compañeras reformar el beaterio estableciendo la vida común tal como la concibió san Francisco. La mayoría de las terciarias aceptaron la propuesta de Francisca, y el arzobispo de Valencia, Mariano Barrio, aprobó las nuevas constituciones y el 27 de febrero de 1876 comenzaron a llevar la vida común y a dedicarse a nuevos apostolados, especialmente la educación humano-cristiana de niños y jóvenes, en particular ciegos y sordomudos y centros de protección para las jóvenes como nueva congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, con el carisma, vivo hasta hoy, de “hacer siempre el bien con sencillez, alegría y misericordia, desde la fraternidad”.
El 9 de abril de 1902, obtenía de la Santa Sede la aprobación definitiva de las constituciones y la condición de congregación de Derecho pontificio. Madre Francisca Pascual murió el 26 de abril de 1903 en Moncada, dejando establecida la congregación en las provincias de Valencia, Alicante, Salamanca, Cáceres y Teruel, con un total de 29 casas y más de doscientas hermanas.