“Es necesario recuperar el sacerdocio bautismal para acabar con el clericalismo”. Esta es una de las reivindicaciones que la teóloga Cristina Inogés lanza a través de ‘No quiero ser sacerdote. Mujeres al borde de la Iglesia’ (PPC Editorial). Así al menos lo manifestó en el webinar organizado por la Escuela de Teología y Ministerio (STM) de Boston College. Para la colaboradora de Vida Nueva, urge “salir del falso y peligroso confort que nace de la siguiente respuesta: ‘Esto se hace así, porque siempre se ha hecho así’”.
Durante el encuentro presentado por la teóloga María del Pilar Silveira, Inogés reiteró, su identidad y vocación laical. Y, desde ahí, hizo un llamamiento a los católicos para interpelar e interpelarse en lo que al genio femenino se refiere: “En el libro y en mi vida no evito preguntas incómodas, pero siempre desde una crítica constructiva”.
“Cristo se hizo carne de varón y carne de mujer, y no quiero caer en la idea de no sentirme representada por un sacerdote hombre, porque sería entrar una dinámica rupturista y dogmática”, comentó, a la vez que defendió que el hecho de que “solo haya sacerdote hombres en la Iglesia es una pobreza, no porque sean solo ellos, sino porque no están ellas”.
A partir de ahí, defendió que “hoy por hoy no tiene sentido que se ordenen mujeres, enmarcadas dentro del actual ambiente clerical y corporativista”. “Sería muy difícil que el aporte a la Iglesia pudiera ser verdaderamente significativo”, reconoció.
Por eso, dedujo que “el sacerdocio ministerial de la mujer llegará, pero no de la forma que conocemos. No lo veremos, pero sí tenemos que vivir en la esperanza de que un día llegará, con un modelo mucho más eclesial”. “Optimismo, cero. Esperanza, mil”, sentenció.
Desde ahí, animó a la comunidad católica a no dormirse en los laureles en aras de fortalecer la corresponsabilidad eclesial: “La gente joven no está por la labor de aguantar tantas incoherencias, máxime cuando les vienen impuestas”.
“Muchos hombres con responsabilidad hablan de nosotras, no con nosotras, con una mirada muy aristotélica. Que hoy haya hombres que piensen de las mujeres como San Agustín y Santo Tomás, es de una pobreza enorme. Algunos ven incluso amenazado su espacio en la teología, por lo que se atrincheran todavía más”, lamentó.
“Por eso, hay que romper esa proyección a ser monaguillas, no me gusta moverme en estereotipos cerrados”, sentenció la pensadora, convencida de que “el lugar de la mujer en la Iglesia es el que se sienta llamada desde el sacerdocio bautismal”. “Las mujeres tenemos un sentido muy desarrollado de la corresponsabilidad en la Iglesia, porque, si no, no estaríamos en ella a estas alturas”, dejó caer.
“Creo que la Iglesia jerárquica no está preparada para abordar en profundidad estas cuestiones. Y en cuanto a la Iglesia entendida como Pueblo de Dios, necesitamos un laicado maduro para proponer de verdad la situación de la mujer”, apunto, a la vez que planteó la necesidad de promover unos laicos autónomos y adultos: “En algunos espacios se cree que el sentido del laicado es la obediencia, cuando tiene que tener su voz propia y generar inquietudes”.
Inogés expresó que no es partidaria de “un feminismo que invite a la confrontación ni al supremacismo, sino de un feminismo de la diferencia”. Desde esta perspectiva, animó a ahondar más allá “desde un empeño común” para poder reflexionar sobre el diaconado femenino.