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Los jesuitas dan voz a las víctimas de la injusticia climática: “Nuestro hogar está agonizando”





La Compañía de Jesús, a través del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología (SJES), que dirige el jesuita indio Xavier Jeyaraj, está plenamente comprometida con ‘Tiempo de la Creación’, la iniciativa del papa Francisco con la que pretende que todos reflexionemos en torno a la necesidad de la justicia climática y el cuidado de la Casa Común.



El último gesto se dio el pasado 25 de septiembre con ‘Respirando juntos’, una vigilia global en la que se aunaron la oración y la concienciación sobre la justicia ecológica. Retransmitida on-line en tres husos horarios diferentes: a las ocho de la tarde de Manila, Roma-Madrid y Nueva York, contó con testimonios de comunidades locales especialmente afectadas por este reto global y provenientes de la selva de la cuenca del Congo, la Amazonía y los bosques boreales asiáticos.

Un tercio del planeta

Uno de los testimonios más impactantes fue el del jesuita Pedro Walpole, quien, desde la Amazonía, habló de la situación para las comunidades relacionadas con el Océano Pacífico, que “cubre un tercio de la superficie del planeta” y cuyos cambios estacionales provocan tifones y monzones. Unos episodios climáticos que, a causa de la acción del hombre y la consecuente degradación del medioambiente, “cada vez son más extremos”. Lo que provoca un doble efecto: “Inundaciones como nunca antes habíamos vivido y, a la vez, sequías”.

“Estamos talando –lamentó Walpole– gran parte de las selvas del Sudeste asiático, Papúa Nueva Guinea, Kalimantan (Borneo), la Amazonía y, por supuesto, el Congo”. Auténticos pulmones de la Tierra que, sin embargo, son maltratados y “sometidos a una enorme presión”. Algo que, contradictoriamente, compromete al futuro de la humanidad, pues “el aire limpio y oxigenado que es revivido por estas selvas y por los océanos planctónicos nos une. En cada aliento nos conectamos con ellos”.

Dignidad y equidad

“Necesitamos urgentemente –remató el jesuita– vincularnos unos con otros, reconociendo las diferencias y la diversidad, pero también los límites en nuestra propia vida y en el planeta. Necesitamos encontrar nuevos caminos para asociarnos con dignidad y equidad. Que Dios nos dé fuerza”.

Desde la selva de la cuenca del Congo compartió su experiencia el también jesuita Rogobert Minani, quien destacó que su privilegiado entorno natural, que cubre una superficie de más de tres millones de kilómetros cuadrados (hasta 14 países africanos la conforman) y está irrigada por el río Congo (que tiene 4.700 kilómetros de longitud), “ayuda a respirar a la Casa Común”.

Nuestro segundo pulmón

De ahí su “papel crucial en la lucha contra el cambio climático”, pues origina “la mayoría de las lluvias en el continente” y proporciona “alimentos para más de 85 millones de personas”; sin olvidar que es también “la mayor reserva de biodiversidad en África y alberga miles de especies de plantas, aves y animales”.

Por todo ello, Minani lamentó que “el segundo pulmón del planeta, nuestro hogar, corre hoy peligro”. ¿Las causas? “La deforestación masiva, la apropiación de la tierra y la invasión de empresas mineras, que contaminan ríos y arroyos”. ¿Las consecuencias? “Nuestro hogar está agonizando”.

Los animales huyen

Antes de Minani, varias mujeres y hombres de comunidades africanas también elevaron al cielo su clamor-oración. Amba Lobota, de Ekonda, denunció que su comunidad ha sido “destruída: los ríos están contaminados, los animales huyen, las orugas no crecen ya en los árboles”. Todo porque “los leñadores se enriquecen a costa de los indígenas”, cuando la realidad histórica es que “la selva nos pertenece, pertenece a nuestros antepasados”.

En la misma línea fue Belange Beyane, de Bikoro, quien contó que “la riqueza de nuestros antepasados eran los bosques y los ríos”, aunque ahora “las cosas han cambiado. Los indígenas vivimos en la pobreza. Hemos comprendido el valor real de nuestra flora y fauna cuando es vendida o exportada”.

El legado de los antepasados

Lo mismo experimenta Camille Mboyo: “Nuestros antepasados nos enseñaron a proteger los bosques y los ríos. Antaño, solíamos salir a primera hora de la mañana a comprobar si habían caído algún animal en nuestras trampas. Hoy, los animales huyen del ruido estruendoso de la pesada maquinaria que se interna en la selva”.

Aún más lejos fue Ernest Bongila: “En nuestra provincia se está produciendo una grave violación de los derechos humanos. Cuando nos quejamos de lo que le está sucediendo a la selva, somos arrestados y condenados. Ni siquiera somos juzgados… Cuando quienes esquilman los bosques acusan a un indígena, este es encarcelado, sin juicio alguno”.

Quienes no pudieron seguir la vigilia global a través del canal de YouTube de Jesuitas Global, pueden ver aún el vídeo en el vídeo de arriba. Entre los que participaron en directo, muchos la comentaron en las redes sociales subiendo una foto suya con una planta y usando los hastags #BreathingTogether (#RespirandoJuntos) y #SeasonOfCreation (#TiempoDeCreación).

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