Paqui Picón: “Con el coronavirus, Dios nos está haciendo ver que quiere un mundo distinto”

Paqui Picón: “Con el coronavirus, Dios nos está haciendo ver que quiere un mundo distinto”

Paqui Picón, con experiencia de misión en R.D. Congo y en Camboya, ahora da respuesta a su espíritu misionero desde Madrid, al frente de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón, con presencia en muchos países y, por eso mismo, con una visión muy clara de lo que está suponiendo el coronavirus en todo el planeta.



PREGUNTA.- Como principal representante de una comunidad global, ¿hasta qué punto el COVID-19 ha puesto todo patas arriba?

RESPUESTA.- Cuando empecé a oír hablar de él, no me alarmé porque me parecía que, con tantos medios como hay en España y Europa, se iba a controlar sin problemas… Pero no tardé en darme cuenta de sus dimensiones y de que, por primera vez, como dice el Papa, “todos estamos en la misma barca”; todos somos vulnerables.

Poco a poco empecé a recibir información de nuestras hermanas sobre la evolución de la pandemia en los los países donde estamos: Perú, Colombia, Haití, India, Camboya, Congo, Chad y Marruecos. Ya consciente de la gravedad, sé que esta es una amenaza para todos, ricos y pobres, no existen fronteras para el virus; ni le importa que seamos mayores o jóvenes ni nuestra cultura o religión.

Volcadas con los últimos

P.- ¿Cómo les ha hecho replantearse sus proyectos pastorales en todo el mundo?

R.- Desde países y realidades distintas,las hermanas responden a este desafío desde la experiencia del amor misericordioso de Dios, quien quiere hacerse presente en las situaciones de enfermedad, soledad, hambre y abandono que la pandemia ocasiona, sobre todo entre los más pobres y olvidados.

Esta entrega la veo en Mahad, en la India, donde las hermanas se siguen arriesgando para llegar a lugares alejados, como a Maharashtra, con las tribus katkari, para llevarles víveres de primera necesidad; o en Poipet, en Camboya, apoyando a cientos de familias muy pobres y que viven del trabajo del día a día en Tailandia, sin acceso a lo más básico para ellos, como es el arroz; o en el Chad, donde los bebés recién nacidos siguen llegando a nuestra comunidad porque sus madres mueren en los partos por infecciones, falta de cuidados y alimentos

Paqui Picón, misionera

P.- ¿Dónde ven a Dios en este momento de dura prueba?

R.- Como familia religiosa, y ahí se incluye mi experiencia personal, estamos escuchando una llamada insistente del Señor para “pasar de hacer a dejarnos hacer”, a abrirnos a la confianza de ser conducidas, desde la convicción de creer que, cuanto mayor es la apertura a Dios y a la realidad donde Él está presente, mayor es la capacidad de llegar a los demás para en todo amar y servir al Señor. Por eso, este tiempo de pandemia es también para nosotras un tiempo de gracia.

Me ha impactado lo que las hermanas me cuentan desde la Comunidad de la Paz-Macaya, en el Vicariato de Pucallpa, en Perú. Allí se están encontrando con un Dios que nos hace ver las cosas de manera diferente de como las concebíamos, dándonos la capacidad para adaptarnos a cada circunstancia. Nos ha hecho ver que en Él nada es fijo, y por eso nos enseña a estar abiertas, a no aferrarnos a programaciones. Nos invita a acoger con paz y tranquilidad lo que Él y la realidad nos presentan en cada momento.

No es un Dios milagrero, sino que está presente y actúa de otra manera, contando con nuestra colaboración. Un Dios que nos invita a una evangelización distinta. Un Dios que nos reitera que no está de acuerdo con la manera en que hemos organizado nuestro mundo, destruyendo la naturaleza y descuidando al ser humano. Nos está haciendo ver que quiere un mundo distinto. En el caso del Perú, es un Dios que clama por una mejor educación y una mejor atención en salud.

Es, en definitiva, un Dios que nos invita a recrear nuestro mundo, desde la creatividad. Un Dios que pone la fuerza en la fraternidad y en la familia, en construir su Reino desde las Iglesias domésticas… Un Dios que invita a la Iglesia a buscar nuevas maneras de relacionarnos con Él, que no deben estar basadas únicamente en el culto, sino en la solidaridad, en la preocupación por el hermano y el cuidado de la naturaleza. El culto se puede dejar, pero no la solidaridad y la ayuda al hermano…

En todos los lugares donde estamos presentes, todas tratamos de acoger y vivir esta situación de pandemia como mediación para responder a la llamada del Señor, que nos sigue enviando hoy.

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