Finalizó la 46° Peregrinación a Luján que, a causa de las restricciones por la pandemia del Covid-19, se realizó en modo virtual.
Durante este histórico día, las personas pudieron seguir el paso de la Virgen por la ruta a través de una transmisión ómnibus, en la que abundaron los mensajes de aliento, canciones, oraciones, y testimonios.
La interacción en las redes fue incesante. Miles y miles chateando y recibiendo las respuestas de nuestros voluntarios que respondieron pedidos personales, comunitarios, para toda la Argentina y el mundo; se agradeció la vida, la salud, la familia. Se pidió por trabajo y paz. Se agregaron las intenciones de cada sector para llevar a los pies de la Virgen.
“Los acompaño, desde aquí peregrino con ustedes a Luján como lo hacía cuando estaba allá, desde Luján mismo”. Así expresó el Papa su cercanía a los peregrinos y al pueblo mariano que vivió esta jornada desde sus casas.
En un mensaje, Francisco planteó la complicada situación que estamos viviendo. “Estamos haciendo de manera virtual esta Peregrinación Juvenil a Luján tristes y apesadumbrados por todos los problemas que se están generando continuamente. La gente que sufre, enferma, tantos muertos y tantos problemas que pesan en el corazón nuestro”.
Y continuó: “Muchas veces sentimos como una desilusión grande y ganas de tirar la toalla. ¿Cuántos de nosotros hemos visto hermanos, amigos, parientes que se han ido?”.
Sin embargo, mostró su esperanza en la Virgen: “Pero miramos a la Virgen y decimos: Madre, queremos seguir adelante. Pero necesitamos que nos dé fuerza, esa fuerza de Madre que Tú nos das. Por eso le decimos: Madre, abrázanos. Queremos seguir caminando. Madre abrázanos, queremos seguir caminando”.
Francisco expresó: “Con todos ustedes rezo: Madre, queremos seguir caminando y le pido a Ella que nos cuide a todos y nos dé su ternura de Madre para seguir caminando“.
Después del rezo del Rosario virtual, a las 19 hs tuvo lugar la Misa central, presidida por el Arzobispo de Buenos Aires y Cardenal Primado de la Argentina, Mario Poli, y concelebrada por el arzobispo de Mercedes-Luján, Jorge Scheinig, y el obispo de San Isidro y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea. También estuvieron presentes Joaquín Sucunza, Enrique Eguía Seguí y Gustavo Carrara, obispos auxiliares de Buenos Aires.
El cardenal saludó a todo el país desde el Santuario de Luján y habló de este tiempo de la historia, confiando en la presencia de María en la vida de cada uno de los peregrinos.
En referencia al Evangelio de San Juan, valoró la presencia de María como “la primera discípula que se dejó atraer” por Jesús. “El mismo Espíritu Santo que la cubrió con su sombra en la anunciación la sostuvo durante su compasión a los pies de la cruz donde su corazón fue traspasado de tal manera que su maternidad alcanzó una dimensión universal”, añadió el cardenal.
Recordó el momento de la Pasión, cuando Jesús se dirige al discípulo y le dice: “Aquí tienes a tu madre”, para que reconozca a María como propia y sin dudar. “Como sucede después de cada peregrinación también nos llevamos a la Virgen en nuestra mente, en nuestro corazón, y la recibimos alegres en nuestras casas y le pedimos que comparta nuestras cosas, nuestra vida. Su presencia doméstica es la que más le cabe a la madre”.
Poli también señaló que: “Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el ícono femenino. Ella que lo engendró con tanta fe también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”.
Cada misa en honor de la Virgen “adquiere un realismo que nos consuela y da alegría porque nos vuelve a recordar aquel feliz diálogo del calvario en el que nos adoptó como hijos, una madre amorosa que nos recibe con una montaña de ternura“, aseveró el titular de la Arquidiócesis porteña. “Es aquí donde los peregrinos nos soltamos a llorar de alegría porque nos encontramos con la que nos anima en el camino”.
El cardenal manifestó que “la Virgen de Luján no habla pero su atracción es irresistible y sabe entrar en intimidad con cada peregrino y peregrina que visitan su casa. En la peregrinación de la vida siempre podremos contar con su cercanía en cualquier circunstancia”.
Con el lema elegido: “Madre, abrazanos. Queremos seguir caminando”, ofrecemos en esta misa una sentida acción de gracias a Dios por el don de la vida todos los que se han puesto al hombro el cuidado de sus semejantes.
Antes de finalizar su homilía, Poli pidió por los abuelos que más sufren el aislamiento, por los enfermos, por tantas familias pobres, por los que perdieron el trabajo, por los profesionales y agentes de la salud que están exhaustos, por los miembros de las fuerzas de seguridad y por todos los que volvieron al trabajo a pesar de los riesgos, por los migrantes, y especialmente por los que han perdido a sus seres queridos.
Agradeció a los jóvenes, a los peregrinos y a todos los que dejando la comodidad y venciendo egoísmos comparten su tiempo asumiendo muchos servicios humanitarios en este tiempo, mostrando el mejor rostro de la solidaridad desinteresada y generosa. Pidió que la Servidora del Señor los acompañe para que su heroísmo tenga la recompensa que solo Dios sabe dar a sus amigos.
Luego, invitó a rezar la oración que hizo el Papa Francisco a la Virgen por la pandemia.
Oh María, tú resplandeces siempre
en nuestro camino como signo
de salvación y de esperanza.
Confiamos en ti, Salud de los enfermos,
que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación del todos los pueblos,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que nos diga Jesús,
que ha tomado sobre sínuestros sufrimientos
y se ha cargado con nuestros dolore
para llevarnos, a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección.
Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!