Una de las vacunas que posiblemente esté pronto disponible en México para combatir el SARS-CoV-2, que ha generado la pandemia por el Covid-19, es la Astra/Zéneca, producida por la Universidad de Oxford, y la cual según algunas fuentes contiene células provenientes de abortos humanos provocados hace muchos años.
Ante esta situación, no solo en México sino en muchas otras partes del mundo, algunas personas han manifestado y promovido el rechazo a dicha vacuna, por considerar que de esta manera se colabora y promueve la práctica del aborto.
“¿Podemos usarla, con conciencia tranquila? ¿o con ella estamos alentando nuevos abortos, cooperando con el asesinato de nuevos fetos humanos?”, esta fue la pregunta que lanzó esta semana el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, en su artículo semanal difundido por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
Al respecto, el también responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), recuerda que tanto la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Pontifica Academia para la Vida han emitido documentos al respecto que pueden iluminar la realidad actual.
En primer lugar –dice Arizmendi– “la postura cristiana es muy clara: ‘No matarás’. Por tanto, nunca será moralmente lícito aceptar el aborto voluntariamente procurado y realizado, ni siquiera en casos de violación o malformación del feto”.
Sin embargo –continúa– en el caso de que la única vacuna que se tenga a disposición para liberarnos del contagio por el SARS-CoV-2 sea producto de células obtenidas de fetos abortados hace tiempo, la Pontifica Academia para la Vida dice que se puede disponer de ella temporalmente, advirtiendo siempre que no se está de acuerdo con el aborto y que se deben buscar otras vacunas que no tengan dicho origen.
“La podemos usar con conciencia tranquila, pero si hay otras que no tengan ese origen, las debemos preferir. Esto no es cooperar con el mal, con el aborto, sino cuidar la vida, que es un bien primordial. Es como una legítima defensa contra un virus agresor”.
“Yo seré de los que acepten ser vacunados por una de estas vacunas, mientras no haya otras disponibles”, apuntó.
Arizmendi Esquivel citó el documento de la Pontificia Academia para la Vida: “Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas a partir de células derivadas de fetos humanos abortados”, del 5 de junio de 2005, que se dice:
“Con respecto a las enfermedades contra las que no existan vacunas alternativas que estén disponibles y sean éticamente aceptables, debe abstenerse de utilizar estas vacunas, si ello puede hacerse sin causar a los niños, e indirectamente a la población como un todo, riesgos significativos para su salud. Sin embargo, si los niños pueden ser expuestos a daños de su salud considerables, las vacunas cuyo uso plantea problemas morales pueden ser utilizadas temporalmente”.
“Lo que en ese año se decía sobre niños –señala el obispo– es aplicable a la situación actual, para el resto de la población”.
El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas también cita la “Nota acerca del uso de las vacunas”, del 31 de julio de 2017, de la misma Academia Pontificia, la cual señala: “creemos que todas las vacunas recomendadas clínicamente pueden usarse con la conciencia tranquila y que el uso de tales vacunas no significa algún tipo de cooperación con el aborto voluntario… El mal, en sentido moral, está en las acciones, no en las cosas o en la materia en cuanto tal”.
Al respecto, Arizmendi explica que el aborto original, efectivamente fue un asesinato, un pecado grave, “pero las líneas celulares obtenidas a partir de él pueden ayudar a salvar vidas; de la muerte, se puede sacar vida. Nunca estaremos de acuerdo con matar a seres inocentes; pero esos inocentes pueden dar vida a miles de gentes”.
El obispo concluye su artículo con un llamado a orar para que pronto se encuentre una vacuna eficaz contra este coronavirus que no sea producto, ni siquiera lejano, de células de abortos provocados.
“Que el Espíritu nos ilumine, a nosotros, a los investigadores y a nuestras autoridades, para que siempre seamos cuidadores responsables de toda vida humana, la que está en gestación en el seno materno, y la que ahora está en peligro de muerte por el virus”.