“Nuestro más sentido pésame a la comunidad científica, académica y social de México, por la muerte del Dr. José Mario Molina-Pasquel y Henríquez, miembro distinguido de la Pontificia Academia de las Ciencias”, expresó este jueves la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) luego del fallecimiento del científico mexicano, quien fuera reconocido en 1995 con el Premio Nobel de Química.
Molina-Pasquel y Henríquez falleció este miércoles 7 de octubre a los 77 años de edad a causa de un infarto, según confirmó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a través de sus redes sociales.
La CEM se solidarizó con sus familiares y con todos los que de alguna manera colaboraron con él: “Nos solidarizamos con su esposa, hijos y familiares; con los integrantes y colaboradores del Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente, A.C., la comunidad educativa de la UNAM, los científicos de México, así como la sociedad organizada que trabajó con él en múltiples proyectos científicos, educativos y sociales”.
Los obispos del país también destacaron los trabajos de Mario Molina-Pasquel en la promoción del diálogo fe-ciencia, desde la Pontificia Academia de las Ciencias, a la cual perteneció desde el año 2000.
Agradecemos también “su impulso por promover un desarrollo humano, integral, solidario y sustentable, de acuerdo a las enseñanzas del papa Emérito Benedicto XVI expuestas en Caritas in veritate, y en la encíclica social del Santo Padre Francisco, Laudato Si’.
El comunicado de la CEM está firmado por Rogelio Cabrera López y Alfonso Miranda Guardiola, presidente y secretario general de la CEM, respectivamente; así como por Enrique Díaz, obispo responsable de la Dimensión Episcopal de Pastoral Educativa y de Cultura.
En el texto, el episcopado también resalta la “autenticidad” del científico mexicano “al llevar sus creencias religiosas de manera inteligente y propositiva, en un ámbito secularizado”; así como sus aportes con relación al estudio científico del Cambio Climático, expuestos sobre todo en el Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, y todos sus estudios que le hicieron acreedor al Premio Nobel de Química en el año de 1995.
Tras señalar que la ciencia, la educación y la cultura, son los únicos caminos para promover una civilización cada vez más digna, fraterna y solidaria, la CEM apuntó que, en este sentido, el legado del científico mexicano, tanto en nuestro país como en muchos otros países del mundo “nos enorgullecen y nos llenan de celo apostólico”.
“Confiamos en que la huella de este gran educador, que impulsó el aprendizaje lúdico como base de la actividad científica nos interpele a todos a seguir promoviendo, en todo momento, una pasión por educar a tantos niños, niñas, adolescentes y jóvenes con el fin de que seamos capaces de transformar esta realidad social y ambiental tan apremiante”, concluye el comunicado.