Como cada domingo y a pesar de la lluvia, el papa Francisco ha rezado a mediodía el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El pontífice ha recordado a las poblaciones que están sufriendo incendios por todo el planeta, como Californa y otras regiones del oeste de Estados Unidos, Paraguay o Argentina… lamentando que estos incendios son provocados por personas o como consecuencia de las sequías. Recordando a los habitantes y a los voluntarios y bomberos que trabajan en su extinción, Francisco ha renovado su llamamiento al compromiso ecológico.
Francisco se ha mostrado contento por el alto al fuego con motivos humanitarios alcanzado entre Armenia y Acerbayaz. Una tregua que, para el Papa, “se muestra muy frágil” por lo que ha invitado a que sigan los empeños en este sentido. Desde el balcón del despacho pontificio del Palacio Apostólico, el pontífice ha recordado la beatificación en Asís del joven Carlo Acutis. Un muchacho, ha destacado que “no se ha conformado en un cómodo inmovilismo” y ha mostrado su amor a la eucaristía en la ayuda del pobre. En este sentido, Francisco ha pedido un aplauso para el “nuevo beato millennial”.
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Recordando la intención de oración de este mes que recuerda a los laicos, especialmente a la mujeres. “A ninguno lo bautizaron cura u obispo. A todos nosotros nos bautizaron como laicos. Laicos y laicas son protagonistas de la Iglesia. Hoy, es especialmente necesario ampliar los espacios con presencia relevante femenina en la Iglesia”, ha recordado. “Hemos de promover la integración de las mujeres en los lugares donde se toman las decisiones importantes”, ha reclamado de nuevo.Francisco ha destacado también la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada que el 18 de octubre promoverá el rezo del rosario da parte dude niños de todo el mundo en medio de la pandemia por el coronavirus.
A las periferias
Comentado el relato evangélico del banquete de bodas (cf. Mt 22,1-14), el Papa ha destacado que el esta parábola “Jesús traza el plan de Dios para la humanidad”. El banquete muestra “la imagen del Padre que preparó para toda la familia humana un maravilloso banquete de amor y comunión en torno a su Hijo unigénito”. Ante esta invitación, “muchas veces nosotros también ponemos nuestros intereses y cosas materiales antes que el Señor que nos llama”, apuntó Bergoglio.
Más allá de esta actitud, Dios “cuando es rechazado, en lugar de rendirse, se levanta e invita a todos los que están en la encrucijada a llamar, sin excluir a nadie”. Por ello, destacó Francisco, Dios acude a donde la vida es precaria y por eso el banquete se llena con los “excluidos”, con aquellos “que nunca habían parecido dignos de asistir a una fiesta, un banquete de boda”. Para el Papa, “la Iglesia está llamada a llegar a la encrucijada de hoy, es decir, a las periferias geográficas y existenciales de la humanidad, a los lugares marginales, a las situaciones en las que la gente se encuentra acampada y vive jirones de humanidad sin esperanza”.
Abrirse a la conversión
“Se trata de no confiar en formas cómodas y habituales de evangelización y de testimonio de la caridad, sino de abrir las puertas de nuestros corazones y de nuestras comunidades a todos, porque el Evangelio no está reservado a los pocos elegidos”, prosiguió. “Incluso los marginados, incluso los rechazados y despreciados por la sociedad, son considerados por Dios dignos de su amor”, señaló. Como ejemplo de esta Iglesia de las periferias, Francisco ha comentado que hablado por teléfono este sábado por la tarde con un misionero italiano que ha gastado su vida con los pobres en Brasil.
En la parábola, Jesús pone la condición de llevar un traje adecuado para la boda, alguien que rechazó una especie de capa que se entregaba como regalo a los invitados a la puerta. Por ello, el rey expulsa a quien ha rechazado llevarlo. “Este hombre aceptó la invitación, pero luego decidió que no significaba nada para él: era autosuficiente, no tenía ningún deseo de cambiar. El traje de bodas simboliza la misericordia que Dios nos da libremente”, destacó. “No basta con aceptar la invitación a seguir al Señor, hay que abrirse a un camino de conversión que cambie el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios nos ofrece incesantemente, es un regalo gratuito de su amor, es la gracia”, concluyó.