“No me estoy beneficiando personalmente y estoy feliz de hacer cualquier cosa que ayude a las víctimas”, señaló el cardenal que presentó su dimisión al papa Francisco en marzo. “No fui culpable de lo que se me acusó, pero eso no significa que no haya cometido errores”, aseguró el prelado que alabó que la “archidiócesis de Lyon ya está haciendo mucho para compensar a las víctimas, de acuerdo con las instrucciones del Papa. Si utiliza el dinero de mi libro para esto, será muy bueno”, aseguró.
En sus memorias, a lo largo de 300 páginas, el cardenal Barbarin insiste en que nunca buscó “ocultar hechos sobre la pedofilia o dificultar el trabajo de la justicia”. Admite algunos errores pero denuncia que su nombre “se convirtió en un símbolo de la pedofilia” y fue “pisoteado en la cuneta”, dejándolo “espiritualmente destrozado”.
Barbarin reconoció que aún recibe ataques cuando viaja en el transporte público. “Entiendo que la gente no puede soportar la idea de que los sacerdotes pedófilos tengan el cuerpo de Cristo en sus manos después de lo que han hecho”, escribe el cardenal en el libro. “Algunas personas, a pesar de mi absolución, continúan mezclando las cosas y se niegan a reconocer los hechos, no es gran cosa. Le sucedió a Jesús y a muchos discípulos después de él”, reflexiona.
“En todo el tumulto, las cosas se volvieron en mi contra, ya que era simbólicamente necesario encontrar a alguien que cargara con la culpa”, señaló el cardenal en la emisora. A la vez que denunció el “increíble daño” hecho por los sacerdotes que han abusado. “Ha sido un enorme escándalo, una profunda traición que afectó a los niños, a las familias, a la iglesia, a todos. Alguien tenía que pagar, y era legítimo que yo fuera relevado de mis funciones por ello.”