La escuela católica de América se ‘pone la camiseta’ del Pacto Educativo Global, la iniciativa que ha sido lanzada por el papa Francisco el 15 de octubre. Para la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC) el Pacto es una prioridad, consciente de que “la cultura actual está atravesando distintas problemáticas que provocan una difundida ’emergencia educativa'”, como afirma su secretario general, Óscar Pérez Sayago.
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Según el educador colombiano, “ante las dificultades de establecer relaciones educativas auténticas, la escuela católica está llamada a transmitir a las jóvenes generaciones valores y principios vitales, no sólo para ayudar a cada persona a crecer y a madurar, sino también para concurrir en la construcción del bien común”.
Por eso, está convencido de la necesidad de “unir esfuerzos para asumir el llamamiento del Papa al Pacto Educativo Global“, al que considera “un gran movimiento para recomponer lo que el obispo de Roma llama la aldea de la educación”. La CIEC propone 12 grandes derroteros para lograrlo.
1. Por una mejor educación
“Para enfrentar creativamente el momento educativo actual, debemos desarrollar más y más nuestras capacidades, afinar nuestras herramientas, profundizar nuestros conocimientos. Reconstruir nuestro alicaído sistema educativo, desde el reducido o prominente lugar que nos haya tocado ocupar, implica capacitación, responsabilidad, profesionalismo”.
2. La escuela, lugar de la acogida cordial
“La escuela puede ser un ‘lugar’ (geográfico, en medio del barrio, pero también existencial, humano, interpersonal) en el cual se anuden raíces que permitan el desarrollo de las personas. Puede ser cobijo y hogar, suelo firme, ventana y horizonte a lo trascendente. Pero sabemos que la escuela no son las paredes, los pizarrones y los libros de registro: son las personas“. Entre ella, la CIEC destaca, principalmente, los maestros, “quienes tendrán que desarrollar su capacidad de afecto y entrega para crear estos espacios humanos”.
3. La escuela, un lugar de sabiduría
“La Escuela debe ser un lugar de sabiduría, como una especie de laboratorio existencial, ético y social, donde los niños y jóvenes puedan experimentar qué cosas les permiten desarrollarse en plenitud y construyan las habilidades necesarias para llevar adelante sus proyectos de vida”.
4. La escuela y el cuidado de la casa común
La escuela católica de América impulsa una educación para el cuidado de la casa común. “La conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica necesita traducirse en nuevos hábitos. Estos nuevos hábitos deberán invitarnos a crear una ciudadanía ecológica“.
5. Educar para la vida fraterna y comunitaria
La CIEC alerta que “en muchas aulas se premia al fuerte y rápido y se desprecia al débil y lento. En muchas se alienta a ser el ‘número uno’ en resultados, y no en compasión”. Ante esto, su aportes “es una educación que testimonie y realice otra forma de ser humanos (…). Otra humanidad posible exige una acción positiva y propositiva”.
6. Educar la inteligencia del corazón
Más allá de la formación racional, con normas y contenidos, para la CIEC “educar la inteligencia del corazón es retomar en la vida cotidiana de la escuela alguna experiencia humana frecuente, como la alegría de un rencuentro, las desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno, la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido…”.
7. Formar para una conciencia crítica
“La escuela debe formar jóvenes libres y responsables, capaces de interrogarse, decidirse, acertar o equivocarse y seguir en camino, y no meras réplicas de nuestros propios aciertos…, o de nuestros errores”.
8. Atención a los nuevos comportamientos de los niños y de los jóvenes
Ante las nuevas necesidades y búsquedas de nuevas experiencias que experimentan los niños y los jóvenes, “tenemos urgencia de valorar las nuevas maneras de pensar y sentir de nuestros estudiantes, para aprender a encontrarnos con ellos”. Por eso la CIEC propone que “es necesario una pedagogía del encuentro que nos permita dejar de ser guardaespaldas y más bien compañeros de camino”.
9. Dialogar con las pedagogías contemporáneas
“Este diálogo, tan urgente como necesario, pasa por una posición siempre crítica que explora la potencialidad de los paradigmas con las condiciones reales en las que se plantean las propuestas”. Esto implica que “la educación integral que tanto pregonan nuestros proyectos debe ser diáfana en sus objetivos, clara en sus definiciones, en sus fundamentos epistemológicos, en sus metodologías y coherente en las mediaciones pedagógicas“.
10. Dar frutos y resultados
“La escuela se propone provocar en nuestros niños y jóvenes una transformación que dé frutos de libertad, autodeterminación y creatividad y, al mismo tiempo, se visualice en resultados en términos de habilidades y conocimientos realmente operativos“.
11. Construir proyectos de pastoral educativa
En torno a los proyectos de pastoral educativa, “toda escuela católica debe promover el encuentro personal y comunitario con el proyecto de Jesús, en pro de la construcción del Reino de Dios en la escuela, mediante la valoración crítica de las culturas, el diálogo ‘fe-razón’, el impulso a una educación fundamentada en el evangelio y la formación de líderes comprometidos en la transformación de la sociedad”.
12. Ser significativos
Para ser significativos, siguiendo las enseñanzas del papa Francisco, la CIEC acentúa cuatro prioridades: (1) cultivar lazos personales y sociales, revalorizando la amistad y la solidaridad; (2) ser audaces y creativos; (3) no perder de vista la alegría, la gratuidad y la fiesta; (4) y favorecer el encuentro con Dios, presente en la escuela.