La Conferencia Episcopal Española toma la iniciativa en lo que a la reforma de la presencia de la asignatura de Religión se refiere. Hasta ahora, le tocaba sortear los envites y propuestas empaquetadas que llegaban de Moncloa, independientemente del signo. Sin embargo, se han topado, de momento, con la indiferencia de la ministra de Educación, Isabel Celaá, que no ha tramitado acuse de recibo alguno.
Como se asegura desde el Episcopado, se planteó “la necesidad de la existencia de un ámbito específico de educación ‘moral’ en la escuela y la posibilidad de que los contenidos de la asignatura de Religión se integren en él”. “En este ámbito se estudiarían valores necesarios para la convivencia y el bien común, y que, al estar fundamentados desde las diversas identidades de los alumnos, respetando la voluntad de los padres, pueden ser explicados desde la perspectiva católica”, añaden desde Añastro con el deseo de ofrecer “una formación integral” desde la óptica de una “sociedad plural”.
Mensajes algo crípticos que han llevado en los últimos días a disparar la imaginación de unos y otros hasta considerar que la materia se borra del mapa. “Nada de eso, la fórmula que se plantea al Gobierno es más compleja y requiere de un trabajo común y de mucho diálogo por ambas partes”, aseguran a Vida Nueva.
Una reflexión que iría en la línea de lo expresado por el Episcopado en diversos medios: “La propuesta busca poner de manifiesto la importancia de este ámbito específico de la educación, reconocido generalmente por otras legislaciones y en los marcos normativos internacionales, permitiendo abordar valores compartidos por todos; pero también el respeto debido a la identidad propia de los alumnos y a los derechos de los padres”.