La imagen, ciertamente, impresiona. Juan Pablo II emerge sobre el agua, de color rojo sangre por el efecto óptico de una tela sumergida. La escultura de Karol Wojtyla tiene dimensión humana, pero en sus manos sostiene por encima de su cabeza una enorme roca que parece vaya a lanzar al agua. “Un titán de fuerza sobrehumana”, según le ve Jerzy Kalina (Garwolin, 1943), el artista polaco que ha concebido la instalación escultórica, colocada en el patio principal del Museo Nacional de Varsovia, como homenaje en el centenario del nacimiento de Juan Pablo II (Wadowice, 1920-Roma, 2005).
Y, sobre todo, como representación de “los esfuerzos de Juan Pablo II en la década de 1980 para ayudar a liberar a Polonia del comunismo, simbolizado por el color rojo que tiene el agua”, según el propio escultor. La fe católica frente al régimen comunista.
‘Pozo envenenado’ es el título de la instalación, la respuesta de Kalina a La Nona Ora, la escultura con la que el italiano Maurizio Cattelan (Padua, 1960) se dio a conocer en la Royal Academy de Londres en el año 2000. Ese mismo año, Cattelan escandalizó a Varsovia cuando la expuso en la Galería Nacional de Arte Zacheta en medio de considerables protestas.
Mostraba una talla de Juan Pablo II, caído, aplastado por un meteorito, aferrado a la férula papal sobre una alfombra roja. “La ley de la gravedad frente a la Iglesia”, en la interpretación del artista italiano. Un año después, fue vendida en Nueva York a un coleccionista privado por 886.000 dólares. No siempre se trata de ideología. Cattelan, de hecho, ha seguido exponiendo versiones de la famosa obra.
Kalina, un artista muy reconocido en Polonia, también por su fe y abundante producción de arte católico –fue autor de la escenografía en los viajes de Juan Pablo II a Polonia en 1987 y 1991, por ejemplo, aunque es la primera vez que le dedica una escultura–, admite que debió responder hace veinte años “a la provocación” de Cattelan y que su instalación debe ser interpretada como su antítesis.
“Ahora me he opuesto al papa de Cattelan, aplastado bajo una enorme roca, un papa indefenso, con la figura de un papa fuerte, un hombre fuerte, que levanta la roca sobre su cabeza y está listo para lanzarla a las aguas del pozo envenenado de un simbólico tono rojo”, manifestó Jerzy Kalina durante la inauguración, el pasado 24 de septiembre. El Museo Nacional describe la obra de un modo más impactante: “Lejos de la representación de Cattelan del papa como un anciano débil aplastado por un meteorito, la instalación de Kalina lo ve como un titán de fuerza sobrehumana”.
La pinacoteca destaca el papel de Juan Pablo II como inspiración del movimiento anticomunista. “El propio artista percibe al Papa como un hombre que desempeñó un papel decisivo en la historia reciente de Polonia y de Europa y que puso en marcha un proceso de transformación histórica, social y espiritual”, señala. En este sentido, Kalina añadió durante el acto inaugural que la escultura tiene una lectura contemporánea porque es también una “advertencia contra la multiplicación de las formas de revolución roja”, y que busca fomentar el regreso al “pozo claro”.
La obra ha sido acogida con controversia por algunos críticos –también en las redes sociales, donde se han sucedido incontables memes–, en desacuerdo con la figura histórica de Juan Pablo II, al que acusan de promover “sangre y violencia” por ocultar los capítulos de abuso sexual en la Iglesia polaca, entre otras razones asociadas al rojo del agua, y también porque la obra se expone en un museo público.