En Brasil, el nombre del sacerdote Júlio Lancellotti se asocia a la causa de los sin techo, a la misión de la Iglesia con la población que habita en las calles. El 27 de diciembre cumplirá 72 años, de los cuales ha dedicado casi cuatro décadas a la misión pastoral con la población en situación de calle en la Arquidiócesis de São Paulo.
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Su labor como vicario episcopal de la Pastoral do Povo da Rua se ha intensificado durante los últimos meses ante el impacto de la crisis generada por el COVID-19 entre quienes habitan en las calles de la ciudad que, de acuerdo con el último censo de la alcaldía de São Paulo, se estima que suma las 24.344 personas, de las cuales más de la mitad no cuentan con albergues de paso y más de la tercer parte forman parte del grupo con mayor riesgo de contagio del virus: 7.002 tienen más de 50 años y 2.210 superan los 60.
La pandemia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de los ‘descartables’ de la sociedad paulista. Ante esta cruda realidad, la acción solidaria que lidera el padre Júlio, en nombre de la Iglesia, se ha puesto a la altura de las circunstancias. De ello dan cuenta las fotografías que llegaron a las manos del papa Francisco –por medio de Radio Vaticano– y que motivaron la llamada del obispo de Roma al religioso brasileño en la tarde del sábado 10 de octubre, dos días antes de la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil.
Sin intermediarios
Cuando charló con Vida Nueva, aún permanecía intacta su sorpresa por la calidez del Papa. “Me impresionó su sencillez y proximidad, porque él mismo es el que llama, no lo hace a través de una secretaría ni con formalismo o burocracia”, me confesó de entrada. “Padre Júlio, ¿parla italiano o habla castellano?”, fueron las primeras palabras de Bergoglio. “Es una persona muy atenta, hablamos sin prisa, en italiano, me fue preguntando y reflexionando sobre la situación de la gente que habita en la calle y nuestra convivencia con ellos, se interesó por las dificultades que pasamos”, aseguró el religioso.
El diálogo telefónico duró más de cinco minutos. A través del sacerdote, Francisco envió un recado a los sin techo y a quienes acompañan sus luchas: “Pide que no nos desanimemos y que tengamos coraje, como Jesús, estando siempre junto a los más pobres”.
Desde hace mucho tiempo, Lancellotti ha experimentado en carne propia situaciones conflictivas como consecuencia de su compromiso con los empobrecidos y marginados, así como las denuncias que ha hecho públicas frente a las acciones u omisiones de los responsables del ‘bien común’, del cuidado y la defensa de la vida.
Su opción radical por los pobres y su solidaridad con sus causas le han merecido premios y reconocimientos –por parte de la comisión de derechos humanos de la Orden de los Abogados de Brasil y de algunas universidades del país, por ejemplo–, aunque paradójicamente también le han traído múltiples amenazas y pleitos.
Conflicto sin tregua
En 2017, el entonces candidato a la República, Jair Bolsonaro, le procesó después de que el religioso denunciara en una homilía sus posturas machistas, racistas y homófobas. “El proceso continúa”, comenta. El pasado 15 de septiembre, el sacerdote denunció haber recibido amenazas de un motociclista que le insultó mientras prestaba su servicio pastoral a personas en situación de calle. Asimismo, el diputado Arthur do Val, candidato a la alcaldía de São Paulo, se ha despachado en más de una oportunidad con campañas difamatorias contra el sacerdote.
“No son situaciones nuevas para mí y no van a acabar”, explica Lancellotti, argumentando que, “en una sociedad tan conflictiva como la nuestra, estar del lado de los pobres genera conflicto, y hay personas que incitan al odio, a la violencia”. ¿Cuál es su mensaje para quienes le calumnian y están detrás de las amenazas contra su vida?, pregunto. Tras un breve silencio, responde pausadamente: “Que conozcan mejor a los pobres, la vida de estas personas empobrecidas… Les invito a compartir una jornada con ellos, conmigo”.
Su sensibilidad por el sufrimiento de las personas que se encuentran en las márgenes de la sociedad, a quienes se les ha negado la posibilidad de vivir con dignidad, le ha acompañado desde su juventud. “Yo siempre he estado con los grupos que han sido ‘descartados’ por los demás; antes trabajé con niños, adolescentes y jóvenes vulnerables, abandonados e infractores; siempre estuve vinculado con la pastoral de las favelas, la pastoral penitenciaria y ahora con la pastoral de la gente en situación de calle. Mi compromiso siempre ha sido con los ‘últimos’”.