“Yo pensaba gestionarlo 3 ó 4 años. Dame 10 millones y me voy. Dame 8 millones. Qué quieres que te diga…”. Son las palabras del intermediario financiero Gianluigi Torzi en la reunión que mantuvo el 19 de diciembre de 2018 en un lujoso hotel de Milán con Fabrizio Tirabassi y Enrico Crasso, que se encargaban de las inversiones de la Santa Sede. Los tres discutían sobre la salida de Torzi de la gestión del edificio situado en un céntrico barrio de Londres comprado con fondos vaticanos.
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Aquella polémica operación se realizó cuando Angelo Becciu era el sustituto de la Secretaría de Estado, un cargo clave en el funcionamiento interno de la Curia romana. El Papa apartó de ese puesto a Becciu en 2018 al nombrarle prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, creándole además cardenal, aunque el pasado 24 de septiembre le pidió que renunciara a esta responsabilidad y a sus derechos como purpurado por haber perdido la confianza en él.
Investigación abierta
Las indagaciones realizadas por la Fiscalía vaticana para aclarar la compra del edificio londinense sacó a la luz las supuestas irregularidades que se cometieron durante el período de Becciu en la Secretaría de Estado. El propio prelado está siendo investigado, al igual que Tirabassi, Crasso y Torzi. Este último incluso fue detenido durante ocho días el pasado mes de junio por la Gendarmería vaticana.
El Corriere della Sera publica este lunes algunos pasajes, además de grabaciones sonoras, de la conversación que mantuvieron Tirabassi, Crasso y Torzi dos semanas después de que la Secretaría de Estado lograra un acuerdo con otro polémico financiero, Raffaele Mincione, para recuperar el control del edificio de Londres, entonces en manos de Mincione. Torzi habría ejercido de enlace entre ambas partes, como reconoce Tirabassi en la citada conversación: “Tú me has salvado el culo frente a una operación de la que no era responsable de saber cosas y en la que, a diferencia de todos, no he cogido nada”.
Estafados
El Vaticano, no obstante, habría caído una vez más en la misma trampa, pues Torzi se adjudicó mil acciones de una sociedad radicada en Luxemburgo desde la que se tomó el control del inmueble. Aunque esas acciones solo suponían el 3% del capital, se les adjudicaba la gestión de la propiedad, por lo que Tirabassi y Crasso pretendían que Torzi se retirara para que el edificio estuviera finalmente en manos de la Secretaría de Estado.
La compra del edificio londinense, una operación considerada “opaca” incluso por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, se ha destapado como una inversión ruinosa al tiempo que sacaba a la luz las presuntas corruptelas que, durante años, surgían alrededor de los fondos vaticanos. El ‘ministro’ de Economía de la Santa Sede, el jesuita español Juan Antonio Guerrero, reconoció a principios de mes que el Vaticano ha sido “estafado” y “mal aconsejado” en algunas de sus inversiones.