Tadeusz Kondrusiewicz, el arzobispo bielorruso exiliado por el gobierno, se reunió en el Vaticano ayer, 19 de octubre, con el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, y con el arzobispo Paul Gallagher, secretario de Relaciones con los Estados.
Así lo ha anunciado el portal web de la Iglesia católica bielorrusa, donde se sostiene que en la reunión se reflexionó acerca de las distintas opciones de Kondrusiewicz para volver a su tierra natal después de que se le impidiera volver tras sus manifestaciones ante las elecciones presidenciales.
De hecho, el Vaticano ha mostrado su “preocupación” ante el hecho de que “el presidente de la Conferencia Episcopal bielorrusa permaneciera excluido del país”. “La Santa Sede está haciendo todo lo posible para rectificar la situación lo antes posible y espera que el problema se resuelva de manera positiva”, asegura la Iglesia en Bielorrusia.
Kondrusiewicz, arzobispo de Minsk-Mohilev, fue expulsado de la frontera del país el 31 de agosto, cuando intentaba regresar a casa después de un viaje a Polonia. En aquel momento, las autoridades justificaron que su pasaporte era “inválido”, invitándole a apelar la decisión.
Para intentar solventar la situación, el papa Francisco envió a Gallagher a Bielorrusia, quien permaneció en el país entre el 11 y el 14 de septiembre reuniéndose con las autoridades civiles y los responsables de la Iglesia católica.
Kondrusiewicz se ha convertido en el defensor y líder del pueblo bielorruso y de las manifestaciones tras las elecciones presidenciales del 9 de agosto, en las que, sin presencia de observadores internacionales, Lukashenko revalidó su mandato (que ostenta desde 1994) arrasando en las urnas al alcanzar más de un 80% de los votos. Para muchos ciudadanos, no es sino la constatación del último pucherazo del que para ellos es “el último dictador de Europa”.