“El papa Francisco no nos deja de sorprender. Todavía resuena en nuestros oídos y corazón el hermoso desafío, llamado y compromiso que nos hizo con ‘Laudato si’’, y ahora nos invita y exhorta a profundizar en la amistad social, con la ‘Fratelli Tutti’”, exclama Nelly León como primera reacción para comentar la reciente encíclica de Francisco.
Hace 15 años es la capellana del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, en Santiago de Chile, donde recibió al Papa Francisco en su visita al país, en enero de 2018. Creó “Mujer Levántate”, fundación que trabaja en la reinserción –desde dentro y fuera de la cárcel– de las mujeres que quedan en libertad o están con beneficios carcelarios. Además, trabaja para visibilizar la desprotección de los niños que quedan solos cuando sus madres se van presas. “Una mujer es capaz de soportar una condena, pero un niño no es capaz de soportar un abandono”, asegura.
A sus 17 años conoció una cárcel como parte de una actividad escolar y esa marca la llevó más tarde a concretar su compromiso en la vida religiosa en la Congregación del Buen Pastor. Ha sido destacada por su liderazgo y su compromiso social por el diario El Mercurio y otras instituciones chilenas. Con la pandemia, decidió pasar la cuarentena en la cárcel, disponible en su servicio de capellana.
PREGUNTA.- ¿Qué le provoca la encíclica?
RESPUESTA.- Lo primero que me ocurre es que me pregunto ¿qué estamos entendiendo con ‘amistad social’ en un mundo donde vivimos rodeados de odiosidad, individualismo, destrucción, enajenación y caos?
Hace poco hablaba con un experto en Biblia quien decía que el ‘caos’ puede tener dos miradas: la de la desesperación, “ya nada se puede hacer” y la de esperanza: desde el ‘caos’ resurge la vida nueva. Con esta quiero quedarme. Esta es la invitación para poner en práctica ‘Fratelli Tutti’: llegó el momento de no perder la esperanza y de denunciar la indiferencia de una sociedad que pasa de largo ante el dolor de los miles de marginados/as que vamos dejando al borde del camino. Es lamentable que nos hemos acostumbrado y pareciera que nuestras conciencias están adormecidas.
P.- ¿Una sociedad más igualitaria?
R.- Si Dios nos creó para amar y ser felices y nos dio todo para esto, ¿en qué momento de nuestras vidas nos volvemos egoístas, creyendo que somos el centro del universo, únicos y exclusivos? El Papa nos dice “tampoco la igualdad se logra definiendo en abstracto que ‘todos los seres humanos son iguales’, sino que es el resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad” (104). Entonces no pretendamos uniformarnos, pero sí caminemos juntos/as por lograr este tremendo desafío de ser hermanos/as y de construir el anhelado sueño de la amistad social y de la fraternidad, con nuestras diferencias.
P.- ¿Qué le provoca esa imagen del Buen Samaritano en la encíclica?
R.- “Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país” (107), dice Francisco. Frente a esto me pregunto qué hemos entendido por derecho a la dignidad y, de manera especial, que han entendido los gobernantes de los países. Si vemos todos los días cuanto nos pisoteamos sin ver más que a nosotros/as mismos/as y en este personalismo somos incapaces de ver y escuchar el clamor de muchos que viven en condiciones infrahumanas, cuyas angustias y dolores no pueden quedar en el silencio.
Respondamos al llamado de Jesús a desinstalarnos “y hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras. La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos/as y a los demás” (78). Y en la marcha nos encontraremos con los samaritanos de hoy que en la época de Jesús parecían ‘ser una molestia’ (Parábola del Buen Samaritano); quizás lo fueran para los de su tiempo, pero para nosotros, hoy, puede convertirse en una tremenda oportunidad de servicio y poder resarcir tanto daño causado a la humanidad y a toda la creación que tanto amó Dios y puso bajo nuestro cuidado.
P.- ¿Aplicará la encíclica con las reclusas?
R.- Para nuestra pastoral, es una gran herramienta de reflexión con los internos/as, sobre todo lo que tiene que ver con el Perdón y la Reconciliación ya que esta es una utopía en nuestra pastoral. Entre nosotros también “algunos prefieren no hablar de reconciliación porque entienden que el conflicto, la violencia y las rupturas son parte del funcionamiento normal de una sociedad” (236). Por eso es tan difícil que la sociedad les perdone sus delitos que ya están pagando, pero para ellos/as tampoco es fácil perdonar a un Estado y sociedad que los ha castigado con la pobreza desde el vientre materno donde todo les ha sido negado.
Para muchos de nosotros/as también es difícil hablar de perdón y reconciliación, aun sabiendo que “el perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido” (252), por lo tanto, no perdamos la esperanza que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vivimos, como nos señala el papa Francisco (cfr. 55).