La propuesta para la Doctrina Social de la Iglesia que hace el papa Francisco en su nueva encíclica ‘Fratelli Tutti’ continúa la rica herencia que impulsó definitivamente León XIII con ‘Rerum novarum’. Tras el concilio Vaticano II, Juan Pablo II conmemoró el centenario de dicho documento con la encíclica ‘Centesimus Annus’. En este 22 de octubre, en el que la Iglesia celebra la memoria litúrgica del papa polaco conmemorando la misa de inicio de su pontificado, Vida Nueva repasa alguna de las propuestas del pontífice que resuenan en la propuesta de Bergoglio.



Tras la caída del muro

El contexto de la encíclica social de Juan Pablo II es la caída del Muro de Berlín. “Doy gracias a Dios por el testimonio, en ocasiones heroico, que han dado no pocos pastores, comunidades cristianas enteras, fieles en particular y hombres de buena voluntad en tan difíciles circunstancias, le pido que sostenga los esfuerzos de todos para construir un futuro mejor”, deseaba.

“Es ésta una responsabilidad no solo de los ciudadanos de aquellos países, sino también de todos los cristianos y de los hombres de buena voluntad. Se trata de mostrar cómo los complejos problemas de aquellos pueblos se pueden resolver por medio del diálogo y de la solidaridad, en vez de la lucha para destruir al adversario y en vez de la guerra”, señalaba tras analizar el sistema comunista que acababa de caer.

Frente al odio y la división

Si ahora Francisco denuncia la fragilidad de las democracias y el avance de los populismo, Juan Pablo II recordaba que “en los años en que dominaba el comunismo, y también antes, se cometieron muchas injusticias individuales y sociales, regionales y nacionales; se acumularon muchos odios y rencores. Y sigue siendo real el peligro de que vuelvan a explotar, después de la caída de la dictadura, provocando graves conflictos y muertes, si disminuyen a su vez la tensión moral y la firmeza consciente en dar testimonio de la verdad, que han animado los esfuerzos del tiempo pasado”.

Por ello, deseaba, “es de esperar que el odio y la violencia no triunfen en los corazones, sobre todo de quienes luchan en favor de la justicia, sino que crezca en todos el espíritu de paz y de perdón. Sin embargo, es necesario a este respecto que se den pasos concretos para crear o consolidar estructuras internacionales, capaces de intervenir, para el conveniente arbitraje, en los conflictos que surjan entre las naciones, de manera que cada una de ellas pueda hacer valer los propios derechos, alcanzando el justo acuerdo y la pacífica conciliación con los derechos de los demás”, reclamaba.

No te olvides de los pobres

La reconstrucción europea toca ponerla en práctica de nuevo, sin embargo no deben olvidarse las obligaciones con los países empobrecidos. Esta “no debe inducir a frenar los esfuerzos para prestar apoyo y ayuda a los países del Tercer Mundo, que sufren a veces condiciones de insuficiencia y de pobreza bastante más graves”, denunciaba el Papa. “Será necesario un esfuerzo extraordinario para movilizar los recursos, de los que el mundo en su conjunto no carece, hacia objetivos de crecimiento económico y de desarrollo común, fijando de nuevo las prioridades y las escalas de valores, sobre cuya base se deciden las opciones económicas y políticas”, señalaba unas décadas antes de la actual pandemia.

“Pueden hacerse disponibles ingentes recursos con el desarme de los enormes aparatos militares, creados para el conflicto entre Este y Oeste. Éstos podrán resultar aún mayores, si se logra establecer procedimientos fiables para la solución de los conflictos, alternativas a la guerra, y extender, por tanto, el principio del control y de la reducción de los armamentos incluso en los países del Tercer Mundo, adoptando oportunas medidas contra su comercio”, reclamaba Juan Pablo II sobre las armas. “Sobre todo será necesario abandonar una mentalidad que considera a los pobres —personas y pueblos— como un fardo o como molestos e importunos, ávidos de consumir lo que otros han producido. Los pobres exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo, creando así un mundo más justo y más próspero para todos. La promoción de los pobres es una gran ocasión para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de la humanidad entera”, reclama.

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