La Iglesia argentina, a través de su comisión ejecutiva, envió una carta dirigida al presidente del episcopado chileno, Santiago Silva Retamales, en la que manifestaron su solidaridad, a la vez que expresaron su cercanía con las comunidades de las Iglesias de La Asunción y San Francisco de Borja.
“Renovamos la comunión fraterna y pedimos a Dios que conceda la paz y la amistad social en la hermana Nación“, expresaron los obispos argentinos.
Por su parte, los obispos de la Patagonia también se mostraron cercanos en estos momentos de tristeza y angustia por los actos de violencia en Santiago de Chile. Se unen al pueblo fiel de Dios que sufre la violencia que destruye “los valores de convivencia, de paz y de respeto, buscados y logrados con tanto sacrificio, y ahora vulnerados y puestos en crisis”.
Emitió un comunicado en el que repudia enérgicamente el incendio provocado en las Iglesias San Francisco de Borja y de la Asunción, el día en que los chilenos conmemoraban el año del estallido social.
Seguirán bregando para que estos acontecimientos no vuelvan a repetirse, porque “Estos hechos de violencia no deben volver a repetirse porque aspiramos a vivir en paz y fraternidad, sin temores ante quienes no buscan construir hacia adelante sino a destruir todos los valores que hacen superarnos como personas”.
“La violencia es mala, y quien siembra violencia cosecha destrucción, dolor y muerte. Nunca justifiquemos ninguna violencia”, firmaron la presidente de la organización, Martha de Antueno, el vicepresidente, Eduardo D. Levin, y la secretaria ejecutiva, María Grandoli.
Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR)
Asociación Bautista Argentina
El organismo expresó su repudio, dolor y solidaridad a la comunidad católica chilena ante un nuevo hecho vandálico. Denunciaron que estas expresiones de violencia sin sentido, que se repiten en distintos lugares del mundo, son fuertemente antidemocráticas y con contenido antirreligioso.
Aseveraron que “No debemos permanecer callados y debemos repudiar estos irracionales ataques” y que estos ataques a lugares de fe, oración y encuentro espiritual no sólo ofenden a Dios sino a la comunidad cristiana toda, cualquiera sea el credo que se profese.