El encuentro en el Vaticano del presidente español y su séquito con el papa Francisco terminó con un discurso improvisado en la biblioteca privada del Palacio Apostólico. En su intervención, el pontífice recurrió a dos poemas argentinos del siglo XX que Vida Nueva rescata íntegros.
- DOCUMENTO: Texto íntegro de la encíclica ‘Fratelli Tutti’ del papa Francisco (PDF)
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Las raíces del árbol
El Papa, hablando de cómo “las ideologias sectarizan, las ideologías deconstruyen la patria, no construyen”, recuerda un soneto del poeta y diplomático católico argentino Francisco Luis Bernárdez.
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Se nos murió la patria
Francisco también ha acudido al neurólogo argentino Jorge Armando Dragone, uno de los autores que Bergoglio ha citado en varias ocasiones, especialmente durante su época de arzobispo de Buenos Aires. “Es muy triste cuando las ideologías se apoderan de la interpretación de una nación, de un país y desfiguran la patria. Me viene a la mente en este momento el poema de Jorge Dragone ‘se nos murió la patria’ es el réquiem más doloroso que yo he leído y de una belleza extraordinaria, ojalá nunca nos suceda a nosotros”, señaló el pontífice.
Se nos murió la Patria, hace ya tiempo,
en la pequeña aldea.
Era una patria casi adolescente.
Era una niña apenas.
La velamos muy pocos:
un grupito de chicos de la escuela.
Para la mayoría de la gente
era un día cualquiera.
Pusimos sobre el blanco guardapolvo
las renegridas trenzas,
la Virgen de Luján y una redonda
y azul escarapela.
Unos hombres muy sabios opinaban:
Fue mejor que muriera
Era sólo una patria, nos decía
la gente de la aldea.
Pero estábamos tristes.
Esa patria era la patria nuestra.
Es muy triste ser huérfano de patria.
Luego nos dimos cuenta.