Se le entrecortaba la voz. Y se le escapaban las lágrimas. “Me saben a muy poco estos cuatro años y medio”. Así se expresaba el claretiano Luis Ángel de las Heras, cuando el 21 de octubre comparecía ante la prensa a la vez que la Santa Sede le presentaba como nuevo obispo de León.
Anuncio que implica despedirse de Mondoñedo-Ferrol, su primer destino episcopal: “Por mucho que agradezca, nunca podré pagaros el bien que me habéis hecho”. Eso sí, se mantiene como presidente de la Comisión de Vida Consagrada del Episcopado, en plena reestructuración de manos de quien fuera presidente de CONFER.
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PREGUNTA.- ¿Los obispos lloran?
RESPUESTA.- También, también. Me he sentido tan acompañado y tan querido, tan de esta tierra que eso emociona y te hace llorar. Es natural, un signo de cariño del pueblo y del que yo también les tengo. Me cuesta dejar esta Iglesia local porque me he sentido uno más en ella.
P.- Se va de Mondoñedo-Ferrol cuando apenas había aterrizado su plan de unidades pastorales… ¿No le queda la sensación de haberse quedado a medias?
R.- Personalmente lo siento así. Por otro lado, ya he vivido el hecho de poner en marcha proyectos que de forma inesperada tienes que dejar en manos de otros. Eso me ha hecho aprender. Por eso, cuando empecé a trabajar aquí, lo hice con la idea de hacerlo en conjunto. Este plan no lo he hecho ni lo he impuesto yo, lo ha hecho la diócesis. Lo hemos elaborado juntos y me da la tranquilidad porque, al ser todos, se le puede dar continuidad sin mí.
Iglesia misionera
P.- ¿León tiene necesidad de una reestructuración?
R.- Antes de pronunciarme tengo que conocer. Es verdad que hay problemas similares en todas las diócesis de España y se necesitan reestructuraciones fuertes porque los problemas avanzan con fuerza: el éxodo rural, la falta de vocaciones, la secularización… Lo primero que voy a hacer allí es lo que he hecho aquí: escuchar. No se puede evaluar de pasada. A partir de ahí, solo tengo claro que tenemos que constituirnos en estado permanente de misión. No es una urgencia del Papa sino del Evangelio: debemos ser lo que siempre debimos ser, una Iglesia misionera.
P.- Con el nuevo nuncio Bernardito Auza, Roma hace traslados como el suyo, pero estrena pocas mitras…
R.- La Santa Sede tiene que nombrar sacerdotes –y espero que también religiosos– para pastorear las diócesis. Al nuncio se lo he manifestado y pedido y me consta que está trabajando en ese sentido. Estoy seguro de que esa búsqueda va a dar fruto en breve. Es necesario un relevo generacional, pero, sobre todo, natural.