El pasado 24 de octubre se celebró en Madrid la Jornada Nacional de Apostolado Seglar, convocada por la Conferencia Episcopal y que, bajo el título ‘Hacia un renovado Pentecostés’, cumplía su 41ª edición. Debido a las restricciones impuestas por la pandemia, los 140 participantes (delegados de Apostolado Seglar y responsables de movimientos y asociaciones laicales) lo hicieron presencial o virtualmente.
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Luis Manuel Romero Sánchez, director de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, explica a Vida Nueva que “esta jornada tenía como objetivo fundamental ser el punto de partida del postcongreso, en continuidad con el Congreso de Laicos de febrero en Madrid”. Una “nueva etapa” que tendrá “como pilares la sinodalidad y el discernimiento y que consistirá en ir profundizando, en los próximos años, en los cuatro itinerarios que han marcado la senda recorrida: el primer anuncio, el acompañamiento, los procesos formativos y la presencia en la vida pública”.
Con las aportaciones de los grupos
Para concretar este afán, la base de acción sigue estando “en las aportaciones de los grupos de reflexión del Congreso, que quedan reflejadas en una Guía de Trabajo que se ha presentado en la jornada”. Un documento que “contiene una primera parte en la que, de un modo breve, se contextualizan las propuestas recibidas, tanto a nivel sociológico (bajo el impacto del coronavirus) como eclesiológico (se ponen de relieve de nuevo los conceptos de vocación, comunión y misión)”.
“A continuación –ahonda Romero–, se insiste en la importancia de la sinodalidad, de que nos sintamos todos protagonistas en este deseo de ir renovando nuestras comunidades cristianas, desde la comunión y la corresponsabilidad. Y también se destaca que el discernimiento es la herramienta clave para que cada realidad eclesial sepa descubrir cómo llegar a ser Iglesia en salida en las circunstancias actuales”.
Propuesta metodológica
El tercer bloque de la Guía busca “exponer cuáles son las actitudes, procesos y proyectos que habría que potenciar en cada uno de los cuatro itinerarios”. Para, finalmente, cerrar el documento con “una propuesta metodológica en la que se sugieren dos cosas concretas: la primera, crear equipos de trabajo de laicos en las diócesis para llevar a cabo la recepción y difusión de los contenidos del Congreso y establecer un plan de trabajo para concretar cada cuestión a las realidades eclesiales; la segunda, la creación de un Consejo Asesor de Laicos a nivel nacional, formado principalmente por seglares, y que sirva para ayudar a articular la puesta en marcha del postcongreso y la dinamización e impulso del laicado”.
Este Consejo Asesor de Laicos lo conformarán “algunos obispos de la Comisión, el director de la misma y delegados representantes de las Provincias Eclesiásticas, movimientos, asociaciones, Foro de Laicos, CONFER y otros”. Una propuesta de “proyecto común” para el laicado español y que tendrá “una guía-marco para cada realidad eclesial, desde el discernimiento y la concreción”.
Un movimiento realmente vivo
Todo con el fin último de que “el postcongreso de laicos” sea un movimiento realmente vivo y en el que se testimonien “las siguientes actitudes: reavivar la vocación laical; conversión personal y comunitaria; cultivo del silencio y la oración; combatir el individualismo, abandonar el derrotismo y la tentación del clericalismo; reconocer el papel de la mujer en la Iglesia y el protagonismo de los jóvenes y la familia; disposición de escucha, cuidar el lenguaje, reforzar nuestra capacidad de empatía, acogida y diálogo”.
“En este nuevo, incierto y convulso tiempo marcado por la pandemia y sus consecuencias –concluye Romero–, tenemos que pedir al Espíritu Santo imaginación y creatividad pastoral para ser una Iglesia en salida, crear cultura de acompañamiento, fomentar la formación de los laicos y hacernos presentes en la vida pública para compartir nuestra esperanza y ofrecer nuestra fe”.