Culturas

Andrés Marín: “Para mí bailar es un rezo”





La liturgia de las horas se hace baile. Todo un día, desde maitines a completas, en el que el bailaor Andrés Marín (Sevilla, 1969) recrea una jornada monacal. “Para mí bailar es un rezo, y encuentro cierta semejanza con la vida monacal –afirma–. La jornada de un monje es una forma de trascender, de encontrarse a uno mismo, y para mí el baile es también eso. Ha sido mi forma de acercarme a lo más sagrado, que al final es uno ante sí mismo. Por eso me interesaba”.



El bailaor eligió para el estreno de ‘La vigilia perfecta’, título del espectáculo que presentó en la reciente Bienal de Flamenco de Sevilla, el monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, donde desplegó el baile en siete microcoreografías flamencas –maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona y vísperas– y que concluyó en completas con un colofón de una hora: “Fue la depuración de todo lo vivido y recogido anteriormente”, en palabras del propio bailaor.

Me interesaban los monjes cartujanos, sus maneras, su vida monástica, y también la mística. Años atrás, yo había hecho ya en París un espectáculo, Gólgota, con el arte ecuestre de Bartabas y la música de Tomás Luis de Victoria, y vi que en la Cartuja podía desarrollar un espectáculo sobre la liturgia de las horas, que siempre me ha interesado”, afirma Marín desde su estudio de baile en Sevilla.

El tiempo y el confinamiento

El confinamiento por el COVID-19, realmente, ha sido el origen del espectáculo. “Tenía previsto clausurar la Bienal de Flamenco de Sevilla con un espectáculo sobre la Divina Comedia de Dante Alighieri en el Teatro de la Maestranza, pero no pudo ser”, relata. “Durante el confinamiento, me hice la pregunta que todos nos hicimos: ¿y qué pasa con nuestro tiempo? La reflexión me llevó a la liturgia de las horas, a la vida monacal –sigue exponiendo–. Y así surgió la idea. Ha sido una experiencia muy enriquecedora, muy decapada, muy depurada, muy interna, muy pacífica. Y me ha gustado mucho sentir cómo pasa ese tiempo en el propio monasterio, lo he disfrutado”.

La Cartuja tiene un indudable protagonismo, aunque Andrés Marín sostiene que el espectáculo, tal como está concebido, se puede implantar en otros escenarios singulares. “La verdad es que cuando apareció la posibilidad de montar un espectáculo en streaming en el monasterio de la Cartuja para clausurar la Bienal, no lo dudé –prosigue–. Por toda la vida que había albergado y había habitado ese espacio durante diferentes épocas. Y sus diferentes ámbitos me aportaban, además, una dramaturgia: la luz, los jardines, la arquitectura, las capillas, las fuentes, el claustro, los patios”.

Una propuesta valiente

Y añade: “También en la Cartuja ha habitado la fábrica del marqués de Pickman y hoy en día el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Así que no solamente hablamos de la vida monacal, sino que unimos lo religioso, lo industrial, lo artístico”. Todo ello está en La vigilia perfecta, innovadora y atrevida, que ha obtenido, además, el Giraldillo al Baile, reconocimiento al mejor espectáculo de danza de la Bienal.

“Ha sido, pienso, un hito en el baile flamenco y en mi carrera –reconoce a Vida Nueva–. Y me alegro que la propuesta se haya comprendido. Cada pieza ha sido un mundo, un universo diferente, en connotación con los espacios y con la arquitectura, con la luz y con las horas. Ha sido una propuesta valiente, arriesgada, nada pretenciosa, justa y de madurez. Muy espiritual. Muy pura. Muy transparente”.

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