Una cadena de errores y omisiones durante décadas por parte la jerarquía eclesial, unida a la doble moral e indudable inteligencia y habilidades personales de Theodore McCarrick, propiciaron que este depredador sexual tanto de adultos como de menores llegara a ser arzobispo de Washington y un cardenal de la máxima confianza de la Santa Sede, que incluso le encargó delicadas misiones de diplomacia paralela en las repúblicas exsoviéticas.
La pérfida trayectoria de McCarrick, de 90 años, al que el papa Francisco dimitió del estado clerical en febrero de 2019 seis meses después de expulsarlo del Colegio cardenalicio, salió a la luz en un amplio informe publicado este martes por el Vaticano. Elaborado durante dos años por la Secretaría de Estado a petición del Pontífice, el documento destapa las equivocaciones cometidas por la Santa Sede en relación al polémico excardenal, que consiguió engañar a los sucesivos obispos de Roma hasta que, en 2017, llegó a Roma una denuncia por un caso de pederastia. Tras someterlo a un proceso canónico que le consideró culpable, Jorge Mario Bergoglio fulminó a McCarrick.
El exnuncio apostólico en Washington, Carlo Maria Viganó, exigió en 2018 la renuncia de Francisco al acusarle de encubrir al excardenal abusador, del que supuestamente le informó en dos reuniones que mantuvieron en 2013. El informe vaticano asegura que no existen pruebas que sostengan la versión de Viganó, aunque reconoce que el Papa trató en dos “breves conversaciones” el caso de McCarrick con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y con el arzobispo Angelo Becciu, entonces sustituto de la Secretaría de Estado.
Ni Parolin ni Becciu ni ningún otro alto funcionario vaticano le presentaron a Francisco ninguna documentación relativa a los abusos cometidos por el estadounidense hasta 2017, cuando llegó la denuncia por pederastia. Hasta entonces a Bergoglio solo le habían llegado “voces relativas a una conducta inmoral con adultos”, con episodios acaecidos antes de su nombramiento como arzobispo de Washington en el año 2000. El informe asegura que el Papa “no consideró necesario modificar la línea adoptada en los años precedentes” por sus antecesores.
Benedicto XVI solo tomo medidas contra McCarrick en 2005 cuando fue acusado de abusar sexualmente de un varón adulto. Aunque le había prolongado durante dos años más su mandato como arzobispo de Washington, la denuncia llevó a que a finales de aquel año Joseph Ratzinger le invitara a que dejara el cargo tras la Pascua de 2006. La Santa Sede no abrió entonces un proceso canónico formal a McCarrick ni tampoco le impuso ninguna sanción, más allá de la recomendación de que llevara una vida reservada, algo que el excardenal no hizo. Continuó con sus viajes tanto dentro de Estados Unidos como a otros países, donde contaba con una amplia agenda de relaciones al más alto nivel político, económico y religioso.
Fue Pablo VI quien confió por primera vez una tarea episcopal a McCarrick, al nombrarle obispo auxiliar de Nueva York en 1977. Los informes que llegaban a Roma acerca de su inteligencia y grandes capacidades tanto pastorales como en la recogida de fondos hicieron que fuera ascendiendo hasta convertirse en 2000 en arzobispo de Washington, una plaza que históricamente lleva aparejada la púrpura cardenalicia. Ante de ese importante nombramiento ya había numerosos rumores acerca de sus abusos sexuales, ligados habitualmente a abusos de poder y de conciencia.
El cardenal John O’Connor, entonces arzobispo de Nueva York, incluso escribió a Juan Pablo II haciéndose eco de las voces que giraban sobre McCarrick. Aunque no aportaba pruebas, aseguraba que mantenía relaciones sexuales con otros sacerdotes y que dormía con otros hombres y con seminaristas mayores de edad. El Papa polaco ordenó una investigación en la que cuatro obispos confirmaron que el acusado había compartido la cama con otros varones, aunque “no había certezas” de comportamientos sexuales.
McCarrick salvó aquella crisis escribiendo una carta a Juan Pablo II a través de su poderoso secretario personal, Stanislao Dziwisz, en la que defendía su inocencia y afirmaba que en su vida “nunca había tenido relaciones sexuales con ninguna persona, fuera hombre o mujer, joven o viejo, clérigo o laico”. Wojtyla se lo creyó y acabó nombrándole arzobispo de Washington creándole cardenal en 2001. Ambos mantuvieron una fluida relación en la que el estadounidense gozaba de acceso directo al Pontífice.
El informe vaticano reconoce la gran capacidad con que contaba McCarrick para recoger fondos tanto para sus diócesis como para la Santa Sede. Aunque son conocidos sus generosos cheques y regalos a otros miembros de la jerarquía eclesiástica, la investigación de la Secretaría de Estado “no ha encontrado pruebas” de que las “habituales” donaciones de McCarrick influyeran en las decisiones que la Santa Sede tomó sobre él.