Ante un conflicto entre dos jueces, los cuatro obispos de la provincia de Tucumán: cardenal Luis Villalba, arzobispo emérito; Carlos Sánchez, actual arzobispo; Melitón Chávez, obispo de Concepción; y su emérito, José María Rossi, reclamaron una justicia independiente y un propósito: “Afianzar la Justicia”, enunciado en el preámbulo de la Constitución Nacional.
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Los prelados explicaron que, ante la situación reinante en la provincia, quieren hacerse eco “del clamor por la justicia demasiado largamente esperada” (S. Juan Pablo II)
“La sociedad necesita recuperar la confianza en la justicia para vivir y crecer en libertad, seguridad y equidad. Y para ello es imprescindible la independencia del Poder Judicial”, ratificaron.
Independencia de los poderes
Los obispos recordaron que uno de los pilares del sistema republicano es el de los pesos y contrapesos y de los controles recíprocos entre los poderes del Estado, que supone la independencia y libertad entre los estamentos y garantiza el bien común.
Asimismo, denunciaron que: “Siempre el poder político tuvo la tentación de limitar al Poder Judicial, que debe ser independiente para ser más eficaz en su tarea”.
Para el control sobre la gestión de los poderes ejecutivo y legislativo, la justicia debe ser, no sólo independiente sino también transparente. Recomendaron “evitar la politización y la burocratización del Consejo Asesor de la Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento”, y establecer un sistema de mérito para el acceso a los cargos judiciales, desterrando situaciones de privilegio.
En el documento, los prelados afirmaron que la prioridad inmediata es generar trabajo genuino, saciar el hambre, atender la salud, garantizar el acceso a una vivienda digna, dar seguridad a las familias y esperanza a los jóvenes. “Pero si no se garantiza antes la seguridad jurídica, ese futuro es una utopía”. “Sin reglas estables y previsibles, sin una justicia independiente no es posible imaginar un mundo mejor y una convivencia social en paz”, confirmaron.
La figura de Esquiú
Los obispos de Tucumán fundamentaron esta declaración con palabras de Fray Mamerto Esquiú y del episcopado argentino.
Esquiú, por su incidencia en la política y su testimonio de vida, fue un referente de su tiempo. En el discurso del 9 de julio de 1853 pronunció el llamado sermón de la Constitución, donde expresó: “…obedezcan, señores. Sin sumisión no hay ley, sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad; existen solo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerras y males de que Dios libre a la República Argentina, concediéndonos vivir en paz y en orden sobre la tierra”.
El futuro beato, en aquel día de la Independencia, reconoció el valor de la Constitución Nacional: “La vida y conservación del pueblo argentino dependen de que la Constitución sea un ancla pesadísima a la que esté amarrada esta nave”.
Por su parte, en el documento “Iglesia y Comunidad Nacional” (mayo de 1981), la Iglesia argentina decía: “La separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial que la Constitución consagra deben tener vigencia permanente y efectiva, evitando la indebida injerencia de un poder en otro y favoreciendo el juego libre y el mutuo control entre sí”, cita que también fue referenciada en esta declaración.
Para cerrar el cerrar el texto, los obispos pidieron a todo el pueblo de Dios, rezar, y advirtieron que “ya no podemos desentendernos mirando para otro lado, trabajemos todos por la Paz y la Justicia”.