‘Make America reconcile again’ –’Hacer que América se reconcilie de nuevo’–. Este es el principal reto de Joe Biden, presidente electo de Estados Unidos. “Tiene la misión de sanar la nación”, dice Óscar Cantú (Houston, 1966), obispo de San José. “Ojalá que la calma, el diálogo y el espíritu que va infundiendo Biden, que repite constantemente que es presidente de todos, y no solo de los que le votaron, cale y se haga realidad”. Este es el deseo del prelado que fue enviado a la diócesis californiana por el Papa hace dos años.
En el mismo sentido se expresa la oblata del santísimo redentor, Emilly Baylon: “Biden ha dicho que él no es presidente de rojos o azules. Y esto es importante para construir”. Mientras, Rafael Luciani, profesor de la Escuela de Teología y Ministerios del Boston College apunta a la necesidad del demócrata de “tender puentes que logren favorecer políticas de reencuentro y bienestar”.
Estas tres voces, que representan a laicos, religiosos y obispos, valoran en Vida Nueva a Biden, quien se convertirá, a sus 77 años, en el 46º presidente de los Estados Unidos. Y el segundo católico, después de John FitzGerald Kennedy, que llegó a la Casa Blanca hace justo 60 años. Se trata del cuarto católico en intentar gobernar Norteamérica: Al Smith (1928) y John Kerry (2004) también lo intentaron, sin éxito, antes.
El candidato demócrata obtuvo en las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre la mayoría necesaria (más de 270 votos electorales) para arrebatar la presidencia a Donald Trump. En total, y pese a que al cierre de esta edición siguen recontando votos, 74 millones de papeletas se decantaron por Biden, convirtiéndolo en el candidato más votado en los comicios más concurridos de la historia del país.
No obstante, no se prevé una transición sencilla, puesto que Trump está enrocado en que los votos por correo no son legítimos y su secretario de Estado, Mike Pence, advertía el 10 de noviembre que la transición será hacia un segundo mandato del actual presidente. Una disputa que L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, a expensas del mensaje con el que el Vaticano felicite en enero al presidente, no ha dudado en catalogar como “la victoria de Biden, la guerra de Trump”.
En la Vida Religiosa hay júbilo tras las elecciones. “En todo el país se ha celebrado, pese a las limitaciones por la pandemia. Para la mayoría del pueblo es un buen momento. Eso sí, hay muchas personas que votan a Trump. Por eso, es una realidad que el país está dividido”, afirma Emilly Baylon, que muestra cierta preocupación por el hecho de que Trump se atrinchere en la Casa Blanca no permitiendo una sucesión.
Si la elección de Biden le da alegría, debido a que es católico y tiene experiencia como vicepresidente, mayor es la satisfacción por Kamala Harris: “Nosotras estamos felices porque por primera vez en la historia hay una vicepresidenta mujer. Y no solo es una mujer muy preparada, también es migrante, lo que da mucha visibilidad al colectivo”.
En el país, la división entre los católicos a la hora de votar es más que visible. Una encuesta realizada a pie de urna por Edison Research mostraba que Biden ganaba por la mínima a Trump entre los católicos. En concreto, un 51% se decantaba por el demócrata y un 47% por el republicano. Además, el ex vicepresidente de Barack Obama era el favorito (65%) para quienes no profesaban ninguna religión.
Ambos candidatos han cuidado al electorado católico en esta campaña presidencial, pues representan a uno de cada cuatro votantes. Casi en la misma proporción se encuentran los votantes evangélicos, en donde Trump gana por goleada recogiendo tres de cada cuatro votos.
El principal tema de discordia entre Biden y una amplia mayoría del electorado católico es su apoyo al derecho al aborto. Una cuestión que pasa por alto la mitad de los católicos, pero que los evangélicos no perdonan y se vuelcan con Trump, quien se ha autoproclamado defensor de la vida. “Lo que no estoy dispuesto a hacer es imponer un punto de vista preciso que se base en mi fe a otras personas”, defendía el entonces ex vicepresidente Biden en 2015 en la revista America.
La Conferencia Episcopal Estadounidense (USCCB, por sus siglas en inglés), en una semana clave con su Asamblea Plenaria a la vuelta de la esquina –15 al 19 de noviembre–, en la que se centrarán en la problemática migratoria, y con el Informe McCarrick de fondo, han querido desterrar cualquier sospecha de fraude electoral felicitando a Biden. De hecho, el presidente de la USCCB, José H. Gómez, le reconoce como católico. “Felicitamos al Sr. Biden y reconocemos que se une al difunto presidente John F. Kennedy como el segundo presidente de Estados Unidos en profesar la fe católica. También felicitamos a la senadora Kamala D. Harris, de California, quien se convierte en la primera mujer en la historia en ser elegida como vicepresidenta”.
“Damos gracias a Dios por la bendición de la libertad. El pueblo estadounidense ha hablado en esta elección. Ahora es el momento de que nuestros líderes se reúnan con espíritu de unidad nacional y se dispongan a dialogar y a comprometerse por el bienestar común”, indicó el prelado del Opus Dei en una declaración hecha pública el 8 de noviembre. “En este momento de la historia de Estados Unidos, los católicos tienen el deber especial de ser pacificadores, promover la fraternidad y la confianza mutua y orar por un espíritu renovado de verdadero patriotismo en nuestro país”, añadió el arzobispo de Los Ángeles.
Desde la casa-refugio neoyorquina en la que las oblatas atienden a mujeres víctimas de trata y de explotación sexual en Long Island, la hermana Emilly constata que la división social también se ha trasladado a la Iglesia. “Se nota la división en la Iglesia. Hay cardenales y obispos que han apoyado públicamente a Trump. Hemos oído homilías en las que los sacerdotes han dicho que quien vote a Biden estará en pecado mortal por la cuestión del aborto. Menos mal que el cardenal arzobispo de Newark, Joe Tobin, envió una carta formal desmintiéndolo a todos los fieles”, indica. Y continúa: “Hay que entender que ser provida no es solo defender al no nacido. Una vez que nacen y van a cruzar una frontera con sus padres y les separan, ¿también nos preocupamos por su vida?”. En su opinión, “la Iglesia más cercana al dolor del pueblo está contenta”.