Acaba de concluir su homenaje al Circo Price con la obra ‘Mil novecientos setenta sombreros’, y ahora está embarcado en una nueva adaptación del mítico ‘Esperando a Godot’, de Samuel Beckett, mientras espera el estreno de la última película que coprotagoniza con José Mota. Además, no olvida su pasión medular: Payasos sin Fronteras, ONG de la que es vicepresidente.
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PREGUNTA.- Acaba de concluir ‘Mil novecientos setenta sombreros’…
RESPUESTA.- Era algo muy coyuntural, un homenaje al antiguo Circo Price, desde el nuevo. Una especie de renacimiento, y un canto al circo. Ojalá pudiera viajar por España.
P.- ¿Las nuevas generaciones ven el circo como algo decadente?
R.- En una época como la nuestra, tan digital y virtual, que todo parece que está pasado de moda, el circo se contempla como una antigualla. Pero cuando va la gente joven, y conecta con ese universo, en seguida enganchan. Las nuevas generaciones han renovado su amor e ilusión por este espectáculo.
P.- Dice que fue uno de los reductos de libertad e igualdad para la mujer…
R.- Las artes escénicas, en general, siempre han tenido un lugar de privilegio para la mujer. En algunas épocas estaban expulsadas del escenario pero, en el circo, siempre se han medido de “tú a tú”, se han encerrado con fieras, han subido tan alto o más que los hombres sobre los trapecios… Sí, ha sido un lugar donde la mujer se reivindicaba a sí misma y las niñas podían ver a otras féminas compitiendo en igualdad.
P.- Entre la ópera, el circo, el cine, la política, ¿cuál es el mayor espectáculo?
R.- (risas) El ser humano haciendo cada día más tonterías y siendo capaz de llevar adelante la tragedia de consumir el planeta y de mirar a otro lado sin atender a razones. Nos estamos comiendo el mundo a bocados demasiado grandes y, para colmo, no reaccionamos. Es un espectáculo de los malos. (…)
