La religiosa carmelita Guadalupe Muñoz, quien el pasado 8 de octubre compartió la “Reflexión teológica de la verdad, desde lo femenino”, en una audiencia con el papa Francisco, hizo un llamado a que las mujeres se experimenten “como mujeres de verdad y de la Verdad”; y más que buscar un “seudo empoderamiento”, colaborar en la construcción de la “cultura de la verdad” en un mundo de falsas ideologías.
En entrevista para Vida Nueva, la religiosa explicó que uno de los principales retos de la mujer es recuperar su genio femenino; “lo propio, lo original y genuino de su ser mujer, y de la riqueza que tiene para dar al mundo, y que por estar queriendo la igualdad con lo masculino, a veces se nos olvida”.
De igual manera –continuó– le urge “reconquistar la espiritualidad femenina, aquella que el mismo Jesucristo admiraba, y santo Tomás de Aquino resalta en su Suma Teológica”.
Esta espiritualidad femenina “permite a la mujer ser más contemplativa del paso de Dios en la vida, desde lo que en ella es propio: su intuición, su ternura, su creatividad, su sentido crítico, su empatía, su fecundidad, su ser compañera y su ser custodiadora del orden del amor”, añadió.
Pero para que la mujer pueda lograrlo –dijo la teóloga mexicana– debe asumir las siguientes acciones:
“Lo principal es hacerse experta en la ciencia de la interioridad, es decir, auto-conocerse, aceptarse y educar a otros a hacerlo (principalmente desde el corazón); además estar bien atenta a su verdad y a su realidad (su historiocidad), y así será consciente de su realidad en el tiempo y en el espacio que le está tocando vivir; y finalmente, ser responsable de la trinchera donde le toca realizarse como mujer, así como vocacional y pastoralmente”.
Guadalupe Muñoz aseguró que la teología femenina que la Iglesia ha impulsado no sólo rescata esa visión contemplativa y reflexiva de la mujer, a partir del pensamiento de grandes mujeres a lo largo de la historia, sino que suscita una visión y una acción más humana en la evangelización”.
Por otro lado, al referirse a una de sus especialidades de estudio, explicó que la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II es una gran propuesta antropológica, ya que “es una visión antropológica integral y profunda, donde la antropología filosófica, antropología teológica y la fenomenología, se unen para entrar en el misterio del ser humano”.
Esto “nos permite reencontrarnos con el ser humano, centrándonos en su llamado vocacional a ser persona, dado desde el principio, teológicamente hablando, como imagen y semejanza de Dios)”, añadió.
Hoy en día -explicó la religiosa- la Teología del Cuerpo “nos permite tener bases firmes de acercamiento y acompañamiento en la vida de la persona, más sólidas ante ideologías fragmentadoras y deshumanizadoras, que hacen que la persona se olvide de su identidad y dignidad como hijo de Dios en todas sus dimensiones, principalmente en lo sexual y relacional-esponsal”.
En ese sentido, refirió que actualmente está participando como responsable del Área Teológica en diplomados sobre Teología del Cuerpo en el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, sedes México y Guadalajara.
Asimismo, participará en el Congreso Internacional de Teología del Cuerpo, que se llevará a cabo los días 26, 27 y 28 de noviembre, organizado por el referido instituto.
Guadalupe Muñoz también se refirió a “Edith Stein”, cuya figura ha estudiado a profundidad. Al respecto, señaló que fue “una gran mujer que, con su vida y espiritualidad, nos impulsa a seguir encontrándonos con la verdad y vivir a ritmo de ella”.
Detalló que san Juan Pablo II decía de Edith Stein lo siguiente: “llegó a comprender que el amor de Cristo y la libertad del hombre se entrecruzan, porque el amor y la verdad tienen una relación intrínseca. La búsqueda de la libertad y su traducción al amor no le parecieron opuestas; al contrario, comprendió que guardaban una relación directa”.
En ese sentido -afirmó- ello “nos lleva a resignificar conceptos tan importantes para nuestro tiempo: libertad, verdad y amor… que son conceptos que sirven de brújula para direccionar nuestra vida hacia el orden querido por Dios”.